lunes, 30 de mayo de 2011

Tiempos interesantes

Miro a mi alrededor y me quedo estupefacta. Corrijo: me miro a mí misma y me quedo estupefacta. Yo sigo con mi rutina inamovible, trabajando mis diez horas diarias, cogiendo puntualmente mis trenes para volver a casa el fin de semana, quejándome de mi suerte haciendo bastante poco por cambiarla o por aceptarla. Pero de repente resulta que mis conciudadanos, esos mismos por los que yo durante mi vida diaria no siento demasiado interés, se han echado a la calle con las manos vacías y en alto a pedir algo que hasta hace muy poco se nos antojaba imposible: un cambio en el sistema que nos ha vendido democracia retorciendo el significado de la palabra hasta límites insospechados. Muchos de mis conciudadanos acampan y organizan asambleas a 1.3 km de donde me refugio cada noche tras acabar mi jornada laboral. El pasado viernes los limpiaron a porrazos, y cuando volvieron se llenaron el pelo de flores como si hubiésemos retrocedido 43 años en el tiempo y continuaron con las manos vacías y en alto, cantando a los cuatro vientos que se había demostrado que el pueblo ya no tiene miedo. Que la calle es del pueblo. 
Y yo sigo escondida, inamovible, sin hacer más que comentar la jugada, expectante por ver cómo acabará todo esto, con la triste convicción de que servirá de muy poco, con una punzada de remordimiento o quizá de resignación porque yo no estoy también en la calle. Y escuchando a Fabrizio de André y su Storia d'un impiegato: aquel triste treintañero que mira con desasosiego a su alrededor durante el mayo francés desde la comodidad de su vida gris, sin comprender demasiado lo que sucede, pero sabiendo que necesita hacer algo al respecto, y que decide acabar con su mala conciencia poniendo una bomba en el parlamento...para acabar reventando, por error, un pobre kiosko.

miércoles, 11 de mayo de 2011

San Francisco (II)

Acabemos (a falta del material gráfico que quizá me preste mi half) con San Francisco, la ciudad que inspiró The Walking Dead, como comentábamos anteriormente. De ser fotógrafa, hubiera pedido a cada mendigo que posara para mí al pie de cada rascacielos, o de cada Starbucks, y hubiera creado un retrato fiel y desesperado de nuestra sociedad. Pero como fotógrafa soy pésima, y como persona me atemorizan demasiado las situaciones y las personas desconocidas, así que me limité a deambular y observar llenándome el estómago de vacío. Y descubrí que los rascacielos no sólo conviven con los mendigos. Conviven con las palabras de Dolores Ibárruri, lo creáis o no, grabadas en un monumento a las Brigadas Internacionales junto al Financial District, y con las palabras de Martin Luther King, que me entretuve en copiar:
Estos son tiempos revolucionarios. En toda la tierra, los hombres se revuelven contra los viejos sistemas de explotación y opresión, y fuera del mundo corrupto, nuevos sistemas de justicia e igualdad están naciendo. Los descamisados y los descalzos de la Tierra se levantan como nunca antes. Tengo la audacia de creer que la gente de todas partes podrá tener 3 comidas al día, y educación, y cultura, dignidad e igualdad, y libertad. Creo que los hombres preocupados por sí mismos se están convirtiendo en hombres preocupados por los demás. Un individuo no empieza a vivir hasta que no se levanta sobre los estrechos confines de sus preocupaciones y se da cuenta de los problemas de la humanidad. Debemos cambiar ya de una sociedad orientada a las cosas a una sociedad orientada a las personas. Cuando las máquinas y las computadoras, y los derechos de propiedad, y los beneficios bancarios, se consideran más importantes que las personas, los gigantes del racismo, el materialismo y el militarismo no pueden ser vencidos. A través de nuestro ingenio científico hemos convertido el mundo en un vecindario. Ahora debemos convertirlo en una hermandad. Porque si no somos capaces de aprender a vivir juntos como hermanos, pereceremos juntos como idiotas. No hay nada más grande en el mundo que la libertad. Vale la pena pagar por ella, ser encarcelado por ella. Preferiría vivir en la pobreza más abyecta con mis convicciones intactas a vivir en la más desordenada riqueza habiendo perdido el respeto por mí mismo. Rechazo aceptar la cínica noción de que nación tras nación debe caer en una espiral militar al infierno termonuclear. Creo que la verdad desarmada y el amor incondicional tendrán la palabra final. Es por eso que la derrota temporal de la justicia es más fuerte que la victoria temporal del mal. Durante años los hombres han hablado de guerra y de paz, pero ahora ya no pueden hablar sólo de eso. La elección es entre la no-violencia o la no-existencia. La medida del hombre no la da donde se coloca en tiempos de comodidad, sino en donde los hace en tiempos de reto. Cuando nos llame la libertad, debemos dejarla llamar a cada pueblo, a cada aldea, y seremos capaces de acelerar la llegada del día en que todos los hijos de dios, negros y blancos, judíos y gentiles, protestantes y católicos, cantaremos juntos el viejo espiritual negro: ¡Finalmente libres!
Palabras grandes, palabras ingenuas, palabras traicionadas, palabras que nos golpean con la conciencia de que cincuenta años después, todo sigue igual, nada más que palabras diseminadas por toda la ciudad, a la que se puede definir de muchas maneras, pero cuyo epíteto más adecuado, desde mi punto de vista, es decadente. Grandes esperanzas de revolución personal, sexual, social, de las que sólo quedan en los colorines de las fachadas de Haight-Ashbury y en el fondo de las pupilas de los zombis-hippie que todavía cantan en las colinas del Golden Gate Park. Y en mi interior la náusea que acompaña a toda persona que se empeña en intentar ver la belleza de la vida incluso en su fealdad, pero que ve como sus ganas de rebelión van sustituyéndose, poco a poco, por la conciencia de que la rebelión no sirve de nada.


Por enjuagarme la boca de tanta reflexión inútil, y dar aun más evidencias de mi rendición, diré que al menos en San Francisco he comido el mejor sushi de mi vida.


Claro que volver a Londres ya fue un poco como volver a casa, a beber cerveza y pedir pakistaní (o indio, porque muchos take away no lo dejan nada claro) como en los viejos tiempos, con Adán y Eva y el pequeño y querido Serpiente. Paseando por Camden se me ocurría que quizá las cosas hubiesen sido distintas de haber aterrizado en Londres y no en Cambridge, pero nunca debo perder de vista que el mundo sólo es mundo a través de los ojos que lo miran.

martes, 3 de mayo de 2011

San Francisco

Por aquí andamos. Ventaja e inconveniente de dedicarse a esto de la ciencia: ves mucho mundo, pero la mayoría de las veces es por trabajo. Esta vez, sin embargo, yo soy una mera acompañante observadora, así que mientras mi other half se pelea con el control de frecuencia os cuento un poco como nos está yendo estos días.

Day 1:  Back in the UK, los derechos de los animales y José García el prófugo
Casi 24 horas de viaje desde mi zulo barcelonés hasta la costa oeste dan para bastante. Para hacer escala en Londres, por ejemplo, y celebrarlo con un English Breakfast en toda regla. Para leer todos los periódicos con que te obsequian las líneas aéreas unidas (todo más que unido en los estados ídem) durante el vuelo transatlántico interminable entre cabezadas y vasos de agua y cacahuetes cada hora y media, y enterarse de why it's an insult to call an animal your pet. Ya ves, a estas alturas los ingleses proponen llamarlos animales de compañía, como llevamos haciendo los hispanohablantes de toda la vida (pero de la corrección política en el lenguaje, incluyendo a las miembras, mejor hablamos otro día). Para que el cuello se te quede agarrotado y te arriesgues a la ceguera pegado a la ventanilla intentando divisar osos polares en Groenlandia y su costa helada interminable a 10 km de altura. Y, por fin, para enterarte de que existe un José García nacido el mismo día que mi other half al que le han denegado el visado para entrar en EEUU. Viva la libertad de los eeuuenses de no tener documento nacional de identidad e identificar a la gente por el nombre y la fecha de nacimiento, que evidentemente es la manera más eficaz en un mundo donde habitan más de seis mil millones de personas, más de doscientos millones de ellos hispanohablantes, y no he investigado la proporción, pero sabiendo que, aproximadamente, la mitad de la población española lleva un García entre sus apellidos, qué suerte ha tenido mi pobre half. Menos mal que nadie nos robó la maleta abandonada en medio de una sala vacía ni la destruyó por sospechosa (ya veremos a la vuelta) durante la hora que estuvimos encerrados en la frontera.

Day 2: Sopa de almejas y leones marinos

Hombre, no digo yo que lo de meter una sopa en un pan redondo no quede estéticamente bien, pero es un desperdicio. Y un peligro para las gaviotas que campan a sus anchas por los muelles del Fisherman Wharf comiéndose los restos del pan, cual personas adictas al mcdonals. Y lo de los leones marinos, un destarifo de olor a pescado podrido. Qué bichos tan malolientes y agresivos, ahí entre barcos y turistas, ignorando a unos y a otros. Los tranvías monísimos, pero 5$ el billete de ida y 2 horas de cola hacen que cualquiera se conforme con saltar sobre uno parado y hacerse la foto de rigor. Por no hablar de las agujetas en músculos de las piernas que uno no sabía ni que existían venga ruta turística arriba, ruta para abajo.

Day 3: 31 cumpleaños entre copas y noodles

Pues muy bonito el Napa valley, pero nada que no se pudiera organizar en Utiel-Requena con una buena inversión de dólares  y una buena campaña de márketing. Eso sí, cuando vas por el tercer vino de la cata ya no recuerdas si la variedad de la uva es cabernet sauvignon, zinfandel o merlot, por supuesto te da igual que el acompañamiento posterior sea un bocadillo de cerdo a la barbacoa. Si para acabar el día, te juegas el tipo bajando en coche la calle más escarpada y sinuosa del mundo, que el anterior casi mueres intentando escalar a pie, y terminas cenando en el único chino afterhours que queda entre Chinatown (donde se inventaron las galletas de la fortuna) y la calle de los puticlubs con dos profesionales, un homeless y el mellizo de Jackie Chan, te queda un cumpleaños redondo.

Day 4: ¿Fuera o dentro del sistema?

Que en este país conviven sin molestarse el lujo (si bien casi siempre hortera) y la inmundicia ya lo sabíamos, pero nunca nos había quedado tan patente como al girar la esquina de la calle de nuestro hotel y jugarnos el tipo por el barrio adyacente para coger el autobús. Supongo que será cuestión de acostumbrarse, como a todo. Supongo que no somos nadie para juzgar a nadie, pero este país debería avergonzarse si alguien se molestara en contabilizar a la gente que vive en la más absoluta pobreza, que se arrastra andrajosa o incluso en ropa interior por las aceras, completamente borrachos, o drogados, o simplemente enfermos mentales, llenos de llagas y podredumbre a 50 metros de un Macy's. En España, en Europa, hay muchos, pero nada que ver con las cantidades que te encuentras por aquí en cada esquina. Casi más homeless que Starbuck's, que ya es decir. Te sales del sistema, como el hippy sesentón que compartió viaje en el autobús con nosotros, gritando take a walk on the wild side (ya ves, a estas alturas me entero de que Candy Darling, de Long Island, la de la canción de Lou Reed, existió realmente, y que de hecho es la señora de la portada del segundo disco de Antony and the Johnsons) y ya sabes a lo que te expones. Me hace pensar en lo cómoda que me encuentro en mi burbuja de la clase media, clamando contra el sistema, y sin embargo intentando ignorarlo la mayor parte del tiempo, como en este país conviven y se ignoran los que tienen dinero y los que no. Y mientras miles polacos salían a celebrar que el papa de los jóvenes (que digo yo que no lo llamarían así las monjas de mi colegio por lo bien que hacía la vista gorda ante los cientos de casos de pederastia que ocurrieron en el seno de su iglesia durante su magnífico mandato) ya es casi santo (quizá el segundo milagro que se le atribuya sea el de ser considerado un reformista cuando fue uno de los papas más retrógrados de la historia y un benevolente político cuando se codeó alegremente con la flor y nata de los dictadores más sanguinarios de la tierra), y miles de americanos salían espontáneamente a cantar el himno con sus banderas y celebrar que Oceanía ha acabado con Goldstein (no me echéis la culpa si ya no sé qué es lo que he leído en una novela y qué es la realidad...), anoche mi other half y yo bebíamos birra y comíamos penne arrabbiata en un restaurante siciliano del corso di Colombo, pretendiendo que todo estaba bien, que todas estas cosas no importan siempre que queden estos pequeños refugios de papel.

Day 5: ?

Estamos en ello. Paseando entre rascacielos antes y observándolos desde mi ventana ahora, mientras espero que mi half vuelva del congreso para ir a comprar un par de galletas la fortuna, a ver si nos revelan el futuro que nos espera el jueves al coger el avión de vuelta con el jaleo que se ha montado en las últimas horas.
Material gráfico y más aventuras a mi vuelta.