Hace 376 años que Galileo musitó esto entre dientes: él sabía que hay verdades inapelables por mucho que a veces nos empeñemos en negárnoslas a nosotros mismos, o nos veamos forzados a hacerlo de cara a la galería.
El domingo una cara amiga italiana de visita por estos parajes no pudo evitar pronunciar la frase cuando aparecí por la puerta en pleno esplendor de hang over/sbronza/resaca del copón bendito.
Y dio en el clavo, aquí continuo girando y girando alrededor de la misma tristeza, los mismos miedos, el mismo sentimiento de inconsolabilidad. E intento cada día salir de esta órbita circular y asumir una un poco más elíptica en la cual exista el invierno pero también la primavera, por mucho que los nieguen las nubes y el viento cambridgeano. Lo intento cada día, eppure fa male...
No hay comentarios:
Publicar un comentario