Y sin embargo, a veces bailo yo sola en la cocina, mientras parto los tomates para la ensalada, y se me llenan los dedos de semillas, y el su perfume rojo y fresco me inunda, y me transporta (gracias, Mnemósine) más de veinte años atrás, cuando mi yaya preparaba la el bocadillo del almuerzo de los domingos, y toda la familia se reunía a eso de las 11, cada semana en el porche de una de mis tías. Recuerdo la tortilla de patata, los cacahuetes, las almendras, pero sobre todo la ensalada de tomate, atún y cebolla con un vaso de fanta de limón. Y mira que el famoso momento de Proust es uno de los mayores coñazos que hayan podido escribirse, pero que razón tenía al utilizar el recurso del recuerdo atraído por un aroma, aún sin saber que la amígdala, el centro del cerebro emocional, recibe proyecciones olfativas directas y por eso los olores nos sacuden de una manera tan vívida. Aspiro todo lo que puedo el perfume de los tomates, para impregnarme de ese pequeño yo pasado, que solo lloraba cuando no le dejaban ver la televisión, y no siempre, que se metía en la piscina imaginando otros mundos, imaginando que cuando fuera mayor sería una escritora famosa, o una pianista, o una pintora, o una astrónoma, y que los libros de historia, como aquel tan gordo que le regalaron los yayos para su sexto cumpleaños y que tanto le gustaba, algún día hablarían de ella.
------------
*Si algún día escribo un libro sobre mi experiencia inglesa, como se me ha sugerido, creo que se llamará así. Agradezco a Luis el título.
POR Q NO ESCRIBES TODO CUANDO TENGAS TIEMPO YO TE AYUDO EN LO Q PUEDA
ResponderEliminarCON LA MEMORIA MIA