miércoles, 20 de julio de 2011

Lo superfluo

Disculpen el ripio: estoy hasta las pelotas de que me caguen las gaviotas. Qué le vamos a hacer, es el precio que hay que pagar por pedalear hacia el puesto de trabajo por el paseo marítimo, no todo iban a ser cafés en la terraza mirando al Mediterráneo...
Encima, las muy agoreras siempre vienen a anunciarme los múltiples contratiempos con los que se pone a prueba mi be like water. La primera, que me cagó en la rodilla, fue el presagio de la ristra de becas y plazas de profesorcillo denegadas con un ni se moleste en venir usted mañana porque nosotros, ente abstracto llamado comisión de evaluación y/o contratación, hacemos con su currículum vitae plagado de cosillas que a usted, ay ilusa, le parecen méritos, lo mismo que la gaviota en su rodilla con una puntería fuera de lo normal. La segunda, ayer mismo, en todo el brazo, me previno de que estaba a unas horas de quedarme sin nevera. (Y me acaba de dar un ataque de pánico: justo en el momento en que escribo la palabra nevera, la señora de las noticias de la 1 capta mi atención preguntándome de repente si he pensado en comprar un electrodoméstico, y advirtiéndome de que se han implantado nuevas etiquetas en los mismos...junto con las gaviotas pitonisas, el mundo no deja de darme señales que me confirman que vivo en la mente de alguien perverso).
Efectivamente, a las 3 de la mañana me he despertado sobresaltada, sin saber muy bien por qué. Cierto que es extraño coger un resfriado de moco espeso y tos de perro en mitad de julio (¡coño, que esto no me ha pasado ni cuando vivía en la isla!), pero no fue eso lo que me despertó: fue el silencio. Tras veinte minutos de insomnio, saqué un pie de la cama, llegué a la nevera (así de grande es mi piso), abrí la puerta, toqué el brick de leche y comprobé con horror que estaba tibio. En fin. Menos mal que mi casera es de lo más solícito y se ha plantado esta tarde aquí con su Hristo, que desde que vivo aquí no he entendido aún si es jardinero (me trajo una planta en una carretilla), fontanero (me arregló la gotera) o simplemente el compañero de piso manitas, y dicho sea de paso, cuarenta años menor, de la señora María...lo cual no deja de ser curioso...en todo caso una lástima que Hristo no tenga tanta maña para los electrodomésticos como para las goteras, porque tras inspección visual del cacharro, seguida de un voy a intentar lo que hacemos en mi país (sí, lo habéis adivinado: desenchufar, dar dos sacudidas, volver a poner en su sitio y volver a encender, y sí, ha sido el colmo para la hija de una técnico de electrodomésticos de verdad como la que suscribe), su diagnóstico ha sido es el compresor, yo no puedo arreglarlo. Me toca comprar una nevera nueva y pasarle el recibo a la casera. O aprender a vivir sin nevera, lo cual sería posible con el Mercat a dos pasos de mi casa, si logro sustituir mi desayuno de café con leche y tostadas con queso y mermelada por por té y tostadas con aceite.
Mientras tanto, el Molt Honorable dimitía de su cargo con una desfachatez tan cateta que me hubiera querido meter debajo de la mesa antes que confesarme paisana de un señor que se atreve a decir, atropellando sin remedio una lengua a la que desde luego se nota que odia que la comunitat valenciana és lo més gran del món i jo me'n vaig amb menys de lo que vaig arribar y toda una sarta de barbaridades, palurdeces, demagogias y falacias que no tengo ganas de repetir por no acabar mal un día tan bonito como hoy. Y mientras tanto, Merkel y Sarkozy se reunían en privado para decidir qué hacer con los países periféricos, y mientras tanto, las cajas de ahorros refundidas en bankos salían a bolsa a jugarse mis pobres ahorrillos (no porque yo tenga acciones, sino porque como todo hijo de vecino, me pagan en una cuenta corriente y va y resulta que ese dinero el banco lo toma como propio, y juega con él al monopoly con otros bancos. El negocio del siglo, oiga: deme usted su dinero que yo se lo guardo, le cobro por ello, y encima si viene usted a reclamarlo no se lo puedo entregar, porque claro, es que usted no se ha enterado que el dinero en realidad no es nada, sólo unos cifras en una pantalla que utilizamos nosotros para jugar mientras usted se desloma, y no se queje que le dejamos una parte para que lo cambie por comida e incluso le engañamos diciéndole que le dejamos más para que se compre un coche y una casa, que es lo que todo hombre de bien debe hacer aquí y ahora, pagando por ello a largo plazo el triple de lo que cuesta porque evidentemente no le vamos a dejar el dinero gratis...), y mientras tanto, la ONU declaraba a Somalia en hambruna, algo recurrente que ya sucedía cuando yo no era más que una cría, algo que de vez en cuando los noticiarios no tienen tiempo, o interés, en comentar, pero que al menos a mí me hace pensar en lo superfluo que resulta preocuparse por una nevera cuando tengo la posibilidad de comprar cada día una hermosa ración de fruta y verdura fresca al acabar mi jornada laboral, y en lo indecente de los trajes de Camps, de las reuniones de Sarkozy y Merkel, de Rodrigo Rato y su puta madre, y de este sistema en el que vivimos en general que hace que esa posibilidad no exista para tantísimas personas.