jueves, 16 de junio de 2011

Feliz cumpleaños

Mañana hará 3 años que leí la tesis. Recuerdo que aquella mañana del 17 de junio de 2008 me desperté a las 7 y a las 8 me puse a jugar al Guitar Hero, a tocar One de Metallica, que era una de las más difíciles. Recuerdo que leí las conclusiones tan de carrerilla que a la gente le costó bastante seguirlas, el dolor de pies tras casi dos horas sobre mis minitacones romanos, los únicos que podía soportar por aquella época, las ganas de estampar contra la pared a uno de mis tribunales que no dejaba de hacer preguntas tontas, la comida poco formal con familia y amigos en la cafetería de la facultad, rompiendo la norma de invitar al tribunal a un sitio caro, el alivio de quitarme el traje, las cervezas de rigor en el Cabana, la cena en el Mariano, ya completamente destruída. 
Circula un vídeo por internet en el que varias personas se dirigen a su yo de 16 años y le recomiendan que se eche protector solar y se revise la piel, porque a los 28, a los 32, a los 41, sufrirá un melanoma. Hoy debo estar más o menos igual de destruída que aquel día que leí la tesis. Me he levantado a las 7, he dado una charla en el Instituto de investigación donde mal que bien hago mi segundo postdoc, he estado trabajando en el subsuelo hasta las 7, he jugado un partido de voleiplaya (ciertamente penoso por mi parte, pero no tantísimo como me esperaba después de 20 años sin tocar una pelota). Y casi a las 10 de la noche he tomado la Rambla (porque un paseo en bici más agradable que por el Paral·lel no me iba a venir mal) pensando qué le diría a mi yo de 28 años, a punto de leer la tesis.


Ahora no lo sabes, sólo te preocupa hacer un buen papel y salir el sábado a celebrarlo, a emborracharte por los más de 4 años que has invertido en este proyecto. Pero en menos de 6 meses te van a contratar en una de las Universidades más prestigiosas del mundo y vas a invertir muchísimo más. Y lo malo es que lo vas a hacer con el objetivo y las expectativas equivocadas. Por favor, no te equivoques. El que se va, no se va para volver, como mucho se va para crecer, se va porque quiere irse. Ahora crees que lo necesitas, que la placita de técnico que has ganado, y que te aseguraría vivir en Valencia, al lado de tu other half durante tres años, no es suficiente para lo que podrías conseguir, que no quieres cortate las alas. Ni siquiera sabes que llamarás a tu other half así en aquel blog que empezaste en tu primer exilio y que tuviste abandonado tanto tiempo. No sabes que es de ilusos pensar que tras tu contrato de 18 meses te darán una de esas becas para rescatar cerebros y que volverás a casa. No sabes que aprenderás a montar en bicicleta e incluso a andar con tacones, que conocerás gente maravillosa por el camino y también muchos gilipollas, que dejarás de conocerte a ti misma, que perderás tu pasión por la ciencia por el camino, que depués de 3 años sólo quedará un destello de lo que fuiste, de tus sueños reflejados en los lagrimones de cocodrilo al acabar la tesis. Que tu premio extraordinario de licenciatura, tu premio extraordinario de doctorado, tu capacidad de trabajo que te han alabado siempre en casi todas partes, tu facilidad para las lenguas, tu falta de miedo a la hoja en blanco, tu falta de miedo a hablar en público, tus bastantes artículos en revistas más o menos respetables para el campo, todo eso, sólo sirve para acumular fotocopias para las plazas a las que te vas a presentar y que no te darán, porque la vida no te va a dar lo que quieras, porque, ay, reina, hay mucha más gente con todas esas cosas y más...Te vas a ir, pero no para volver: volver será incluso más complicado que irse. Y la gente que se quedó, la gente que apostó por su cuidad, su familia, sus amigos, te irán pasando por delante, van colocándose poco a poco en la Universidad sin que les hayan picado las chinches. Eso tienes que saberlo, y tienes que asumirlo.


Algún día, quizá demasiado tarde, la carta que le escribiré a mi yo no doctor será optimista: le diré que va a pasarlo mal, pero que se convenza a sí misma de que lo que importa no es la meta sino el camino. Y a pesar de los tropezones, el camino fue interesante y valió la pena. Quizá.

Violencia

Dice el nuevo President de la Generalitat que prefiere la democracia imperfecta al caos violento que se nos propone, y que por lo tanto a partir de ahora se legitima el uso de la violencia, porque los manifestantes se han pasado la raya. Perdone un segundo, que no lo he entendido bien. La violencia por parte del pueblo es inaceptable, ¿y la que viene del estado para reprimir al pueblo es legítima? Se han pasado de la raya estos manifestantes por esperar en la puerta a esos que llegan escoltados y en helicóptero para recordarles que su trabajo es representarnos y velar por los intereses del pueblo, y que no lo hacen; porque ya no se conforman con lo que les cuentan por la televisión, sino que miran a su alrededor y toman conciencia. Se han pasado de la raya porque ya no se conforman con que nos digan en qué consiste la democracia (parece ser que en poner el voto en una urna cada 4 años y dejar de preocuparse por nada, y aceptar todo lo que venga, que para eso nuestros políticos son más inteligentes y saben los que nos conviene), sino que quieren reconstruirla. Se han pasado de la raya porque se han dado cuenta de que somos más, de que el delito no debería ser estar a la puerta del parlamento, sino dirigir el mundo desde la poltrona de la manera tan nefasta como lo están haciendo, con la mano del capital metida por el culo. Se han pasado de la raya porque no están reaccionando como se espera de ellos, montando un folloncito como cuando un equipo de fúrbol gana la liga y volviendo al trabajo al día siguiente, descargando un poquito de frustración en forma de violencia para que les caigan unos cuantos palos y darse cuenta de que aquí no hay nada que hacer y hasta la próxima. No, la gran mayoría sale a la calle y le recuerda a los políticos su indignidad sin quemar cajeros, y eso no puede tolerarse, y hay que pararlo con violencia. Pues muy bien, pero que lástima que sean chapuceros hasta para eso. Todos hemos comprendido más o menos que el trabajo real de los políticos no es ni representarnos ni velar por el bien común, sino mantener a raya al pueblo, para que el sistema no pare, y los de arriba sigan controlando un mundo que construimos los de abajo. Si al menos consiguiéramos que lo admitiesen, que por lo menos tuvieran la vergüenza de no pretender seguir con la farsa e inventarse trampas tan tristes como  las de esta mañana...