sábado, 31 de diciembre de 2011

2011: Epílogo

Es tiempo de echar la vista atrás. O hacia delante, como los aymaras*. Y nada mejor para esto que releer esta compilación de pataletas que es el blog y más allá**. Por eso este año no hay epílogo: sólo comentaré que, repasando mis aventuras pasadas, me he dado cuenta de que, pudiendo pedirle mucho más a la vida, de momento tampoco se me ha dado tan mal. Es más, dejando de lado mi ombligo y mirando los de alrededor, me toca sentirme afortunada por poder acompañar y ser acompañada por el puñado de personas maravillosas que me han tocado en suerte. Me permito robar las reflexiones de una de ellas, porque creo que yo no lo podría explicar mejor. Especialmente, este año que acaba me hace feliz (quien me lo iba a decir hace unos años) comprobar que estamos en la época (qué le vamos a hacer, es la treintena) de siembra de nuevos ombligos.
Cierro con un soneto que escribí hace por lo menos quince años, cuando me entretenía en plagiar a Lorca con muy poca fortuna, pero que constituye una de las pocas reflexiones optimistas que haya podido llevar a cabo durante mi adolescencia. Optimismo necesario frente a los presagios de catástrofe con que nos bombardean diariamente.     

Ya no quiero más voces desangradas
ni más vientos helados en los huesos;
no quiero un solo muerto sin descanso
ni quiero un tren amargo de vacío.
No quiero ver el ojo de miseria
ni los cuchillos de filo oxidado;
no quiero ver más carne amoratada
ni saber cuánta tierra está podrida.
Aquí quiero voces de cristal trémulo,
de brisas azules y ojos cerrados,
yo quiero carne mineral y tierra
ebria de oxígeno y amor de agua;
quiero desnudar cortinas y palabras
para cantar como un pájaro de nieve.


Ojalá no nos quiten el derecho a cantar...

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**A saber: un poemario que redacté entre los 15 y los 19 (se ve que con la conclusión de la segunda década murió mi vena poética), unos cuantos relatos de la misma época, los típicos pensamientos poco útiles...todos enterrados en el fondo de un cajón, redactados pacientemente en un ordenador antediluviano que aún no conocía el Word e impresos en una impresora de agujas. 

martes, 20 de diciembre de 2011

Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus

A veces digo que no tengo nada, si acaso algo de ropa y una bicicleta. Nunca he sido una persona apegada a lo material. Y sin embargo, ahora que toca una nueva mudanza (aunque todavía no sepamos muy bien el destino), me doy cuenta de que además tengo cinco cajas de libros que he ido acumulando en nuestro piso de estudiantes durante los ocho últimos años. Imagino mi casa del futuro, cuando me deje de vaivenes, cumpliendo dos requisitos indispensables: que sea luminosa, y que tenga una habitación forrada de libros. La biblioteca, si hacemos caso a Eco, y antes a Borges, y mucho antes a la cábala, es el universo. Quizá por eso sacar mis libros de su estantería, apilarlos en cajas de cartón y no saber cuándo ni dónde podré volver a colocarlos me apena profundamente; a mí, que siempre pensé que podía ser una nómada sine die y sin ataduras terrenales; a mí, que comencé la tarea de sacar los libros con el propósito de, quizá, donar algunos a la biblioteca municipal, regalar algún otro, dejar en la casa los menos valiosos. A fin y al cabo, casi todos son de bolsillo: nunca compro tapa dura si puedo evitarlo, en parte por comodidad, sobre todo por racanería. Llegué incluso a pensar, en mi insoportable pragmantismo, en cuánto espacio y esfuerzo me ahorraría de tener uno de esos horribles ibuks. No contaba con que mis libros no son solo hojas impresas, como aquel diario que servía para envolver acelgas. Mis libros guardan la sombra de mis días, en forma de billetes de tren, flores secas, marcas de lectura; mis libros cuentan mi historia. El andamio de mi infancia de Bécquer y Espronceda, mi adolescencia de Dostoyevsky, Lorca, Neruda, mi juventud de Orwell y Cortázar. Y todos los otros que se han apoyado en estos: Miguel Hernández, Gorky, Zola, Borges, Steinbeck*...Mi manía de comprar libros de segunda mano allá donde voy: las versiones italianas de Eco, Buzzati, Moravia, que tanto disfruto leyendo; las inglesas de Doris Lessing, Scott Fitzgerald, Kerouac, que siempre llevo a mitad porque el inglés es un idioma feo por demasiado asociado al trabajo.   
Hasta estos días, haya estado en Roma, Cambridge, o Barcelona, siempre volvía al roñoso piso de alquiler en el área metropolitana de Valencia donde me esperaban mi other half y mi montón de hojas impresas. Ahora, después de tres años en el exilio, otra época de tantas que vivimos superpuestas, parece llegar a su fin. Sin que se atisbe de lejos la posibilidad de la casa iluminada con la habitación de los libros. Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus.
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*Acabo de darme cuenta, poniendo a todos estos autores juntos, de lo peligrosa que hubiese resultado mi colección hace un puñado de décadas (de hecho, como siempre sugería mi other half cuando iba a comprar un libro con tarjeta, la TIA me debería estar siguiendo el rastro por acumulación de panfletos), e inocentemente me doy cuenta, a estas alturas, de donde vienen mis ideas políticas, si es que tengo algo similar.

jueves, 24 de noviembre de 2011

The great pretender

Las memorias emocionales son extraordinariamente precisas (pero de la amígdala hablaremos otro día): hace 27 años, en mi casa, una tarde, un hombre se asomó al televisor ataviado con un enorme bigote negro, una bonita peluca y una minifalda de cuero; entonces, a mis tiernos 4 añitos, me enteré de que existían múltiples tipos de personas, con múltiples opciones de vida, como me tuvo que explicar mi madre; hace 20 años, tal día como hoy, en el chalé de mis abuelos, entré en shock al oír en las noticias del mediodía que Freddie Mercury, quien desde hacía unos meses era mi nuevo ídolo musical, acababa de morir. Entonces no existían ni los ipos ni los cedeses (mira que soy vieja) y yo me grababa sus canciones con un casette cuando las ponían en la radio, y de noche, al irme a dormir, las escuchaba una y otra vez. Esas navidades les pedí a mis padres (como no tuve infancia, no recuerdo haber creído nunca en los reyes) el vinilo (joer, sí que soy vieja) Greatest Hits II. Hace 16 años gané por primera vez dinero por mí misma (el concurso de literatura del instituto, 5000 pesetas, joer mira que...) y mi primera inversión fue un libro de la biografía de Freddie Mercury. Más tarde, cuando empecé a trabajar de verdad, y se inventaron los cedeses y la esgae, poco a poco me hice con todos los de Queen de los '70 y algunos posteriores (nunca he podido tragarme los infumables Flash ni Hot Space, lo siento): puedo recitar de memoria todas sus canciones.
Por darme el gustazo de revisitarlas, y por ponerme un reto con el que procrastinar aún más hoy (sí, debería estar trabajando), me permito elaborar, cual protagonista de High Fidelity, las 5 canciones de Queen que me apetece escuchar esta noche por orden cronológico (y vale que muchas son de May, pero no hubieran valido un pimiento si no las hubiera cantado Mercury) en memoria del más grande, que voló, con las alas de mariposa que llevaba pintadas en el alma, hace hoy veinte años, dejándonos una leyenda y un gusto agriamargodulce en la boca del estómago. 


1. Keep yourself alive (Decora, como típica frase que se coloca para demostrar que eres muy culto y leído y has seguido a los clásicos durante tus estudios, la primera página de mi tesis doctoral)
2. Bohemian Rhapsody (La mejor, sin duda)
3. Somebody to love
4. Don't stop me now 
5. The show must go on (Qué remedio!)




Y una de regalo, que, aunque es una versión, ilustra perfectamente la personalidad (dicen) del genio.


Bis. The great pretender.


Cuando alguien te pone los pelos de punta tantos años después de desintegrarse, significa que la muerte no existe.

domingo, 20 de noviembre de 2011

La siesta de la democracia

Después de un domingo de sofá y arroz con setas, bajo a la calle con dos bolsas de basura y, tras depositarlas en la urna electoral, me dirijo al contenedor e inserto las papeletas en el ídem correspondiente...¿o lo he hecho al revés? No me importa, va a servir para lo mismo.

sábado, 19 de noviembre de 2011

La manzana de Alan y el bacilo de Piotr

Dice Borges que un solo hombre ha nacido, un solo hombre a muerto en la Tierra. Afirmar lo contrario es mera estadística, y yo lo creo, porque la historia se repite de manera circular (y si no ya veréis mañana como las televisiones nos ofrecen el mismo espectáculo dantesco de cada 4 años), la energía ni se crea ni se destruye, el fatum nos arrastra a coincidencias cómicas, melodramáticas, trágicas. 
¿Soñó Tchaikovsky, en una última agonía de cisnes blancos y negros, con quien 19 años después de su muerte nacería con su mismo destino? ¿Era consciente Turing de que su muerte a las afueras de Manchester era una copia distorsionada de aquélla que aconteció 61 años atrás en San Petersburgo? ¿Qué podían tener en común el compositor ruso que probablemente sea unos de los más conocidos por la cultura popular con el matemático inglés que imaginó por primera vez un mundo de máquinas pensantes, o lo que es lo mismo, el padre de la informática, sino su muerte? A ambos los suicidaron, porque habían elegido la libertad sexual en un mundo en el que la libertad todavía no se había extendido tanto como en el actual (pero cuántas veces pienso que quizá aquella libertad reprimida lo fuera más que la que disfrutamos ahora, tantas veces pisoteada, adulterado su nombre por unos cuantos que braman desde sus púlpitos y que si no fuera porque dan tanta risa, nos darían escalofríos de miedo). 
El ruso, cuando el comité de ilustres dictaminó su sentencia, decidió beber agua contaminada. El inglés, tras un doloroso proceso de castración química, se decantó por la poesía blanca y nevada de una manzana envenenada*.
En la jornada de reflexión no se debe hacer apología de ningún partido, por eso yo, desde mi humilde púlpito, comparto esta pequeña historia para, emulando a la iglesia universal (que no hace apología de ninguna ideología, faltaría más), aconsejar a mis fieles (o sea, a mí misma y a quien se pase por aquí) no votar a un partido que atente contra su conciencia. Yo, que respeto todas las conciencias, sobre todo cuando son verdes y hacen cri, sé que contra la mía atentan aquellos que, entre otras muchas cosas que no tienen que ver con la bonita historia relatada, creen que quienes eligen al irse al catre lo mismo que Turing y Tchaikovsky deben hacerlo a escondidas. 
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* Pero también dicen que en realidad Tchaikovsky murió de cólera por accidente, y que Turing era un guarrete que no se lavaba las manos después de sus experimentos. Aquella manzana regada con cianuro, dicen, decora unas computadoras muy conocidas... 






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PS. Las vueltas que da la vida, las casualidades del destino, o como quiera usted llamarlo, han hecho que desde hace un mes, mi sueldo lo sufrague un excelentísimo ex-fellow Cambridgeano, que realizó su tesis doctoral con uno de los premios nobeles del Trinity. Pues bien, atentos al e-mail que nos ha forwardeado hoy a los miembros de su grupo, para que sepamos de sus actividades extraescolares:



Dear Dr. X,

In 2004 you pointed out to me that two pages on our digital archive http://www.turingarchive.org/ (pages 70-71 of AMT/B/22) were incorrect.  It has taken seven years but we have finally sorted it out.  I just wanted to let you know.

Y
Archivist
King's College

A veces, llego a echar de menos el humor inglés....

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Un matemático indio en Cambridge

Hace un año que empecé a trabajar en Barcelona, tres años y cinco días que me ofrecieron un puesto de trabajo en Cambridge. Celebro la efeméride con la edificante historia de Srinivasa Ramanujan*, una de esos perlas con que se nos obsequia de vez en cuando. 
Ramanujan suspendió hasta tres veces los exámenes de acceso a la Universidad, debido, según dicen, a su falta de manejo con el inglés y a su negativa por motivos religiosos de realizar las disecciones de rigor para las prácticas de fisiología. Se colocó de contable, con un sueldo de 20 libras al año, pero, obsesionado con los números, sobre todo los primos y los irracionales como π, pasaba la vida rellenando cientos de cuadernos con fórmulas matemáticas que le dictaba la diosa Namagiri en sueños, con notación propia y casi indescifrable para un matemático formal. Hasta que un buen día, hace 100 años, se le ocurrió embutir buena parte de sus pasatiempos en un sobre y mandarlos a la sede del Imperio. Varios matemáticos recibieron semejante despropósito y lo ignoraron, pero un señor de Cambridge, GH Hardy, que no en vano había declarado una guerra abierta a Dios, se dio cuenta de que aquella no era la obra de un loco, sino de un genio. Movió los hilos necesarios, y allá por el año 14, el bueno de Ramanujan dejaba atrás familia, esposa y curry, y desembarcaba en Albión, más concretamente en el Trinity College. No me interesa aquí desglosar sus logros matemáticos (unos 4000 ecuaciones y fórmulas, algunas que ya se habían descubierto pero que él no conocía, como la función z de Riemann; muchas otras originales), sobre todo porque son insondables para mi corto entendimiento: dejémoslo en que este indio pobre y sin formación fue el primero de su nacionalidad (futura, claro) en ser aceptado como miembro de la Royal Society. Me interesa sobre todo, aparte de por el valor fantástico de su biografía, y la pena de no poder estudiar qué ocurría en su cerebro cuando soñaba, dejar constancia de que una estancia por aquellas tierras supuso para alguien un calvario mucho mayor que para la que suscribe. Desde el principio, Ramanujan, que era un vegetariano estricto, encontraba incomibles los manjares que se le ofrecían (vamos, me imagino la dieta: patatas y guisantes hervidos. Faltaba mucho para la inauguración del Gandhi de Regent St, al que tantas veces pedimos take away). Sus pies nunca se acostumbraron a los zapatos ingleses, como jamás lo hizo su cuerpo al frío insoportable. Desarrolló tuberculosis e infecciones intestinales, y tras 2 años en Cambridge, pasó uno entero ingresado en un hospital a las afueras de Londres. Se cuenta que un día Hardy fue a visitarlo, y por animarlo le comentó que el número del taxi que le había llevado, 1729, no tenía nada de especial. Ramanujan le contradijo enseguida, haciéndole notar que aquel era el número más pequeño que podía ser expresado como la suma de dos cubos. Al poco tiempo, regresó a Madrás para morir, a los 32 años de edad. 
Quien sabe si le valió la pena aquella aventura que le costó la vida y al mismo tiempo le dio la inmortalidad enciclopédica. Quien sabe si no hubiese preferido haber llegado a viejo mientras Namagiri le seguía dictando fórmulas en sueños. Al que sí le valió la pena fue a Hardy, quien al envejecer se consolaba recordando el único episodio romántico de su vida, siempre contando como su mayor logro el haber podido trabajar con Ramanujan (y con Littlewood, pero esa es otra historia) casi de igual a igual.

Y sin más se despide quien escribe hasta la siguiente entrega de Pequeñas historias, que llegará puntualmente en la jornada de reflexión y desvelará un interesante punto en común entre un compositor ruso y un matemático inglés...
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*Fuente: Cambridge Scientific Minds, Harman & Mitton Ed. Cambridge University Press. O sea, uno de los libros que vinieron en una caja de botas y que aún no había tenido moral de leer...

lunes, 24 de octubre de 2011

Collage

Cada viernes, meto dos mudas en una mochila y escapo pronto de mis obligaciones en el campo de la mejora del mundo en el que vivimos camino a la estación de Barcelona-Sants. Paso bastantes horas en el tren (chiste, ¿no es éste el colmo de la nieta de un ferroviario*?), y estos viajes no dejan de proporcionarme interesantes aventuras. Por ejemplo, la semana pasada la pasajera de mi lado, tras una excursión a la cafetería para agenciarse la revista Paisajes desde el tren, extrajo una bolsa del mercadona de su mochila, conteniendo unas tijeras de punta redonda y mango amarillo y una libreta de gusanillo preñada de collages, y ni corta ni perezosa, empleó  las tres horas restantes de trayecto recortando primorosamente ahora un paisaje montañoso, ahora una pequeña luna (que le iban que ni pintados a un ciclista que salió de la bolsa de plástico), ahora una letra y otra, y otra (sí, como los asesinos en serie y los psicópatas de las pelis americanas). El hecho de que aquella señorita despeinada matase el tiempo con aquella actividad no me hubiese sorprendido si la semana anterior no hubiese yo hecho lo propio sacando de repente unas tijeritas de las uñas, un rollo de celo y unas fotos impresas de mi mochila. Vivimos en la mente de alguien perverso que se entretiene en marearnos con las casualidades, pensé. Pensé, además, que si mi compañera de viaje de entonces hubiese sido la mitad de paranoica que yo con respecto a las actividades poco comunes de los demás, hubiera pensado que yo era una persona con un trastorno psiquiátrico que le iba a sacar los ojos con las tijeras (sorprendente que el señor del control de seguridad no se percatase de su existencia, cuando en el cartel de entrada especifica muy claramente que está prohibido acarrear todo tipo de objetos punzantes), hasta que se apercibiera de que simplemente preparaba una tarjeta de felicitación de boda-mudanza a unos amigos recién casados y casi mudados (cogiendo, dicho sea de paso, un colocón de la muerte intentando atinar con el celo a pesar del traqueteo del Talgo). Porque, pensé, la pasajera de mi lado no parecía tener un motivo tan lógico para recortar y pegar: más bien, sospeché, algo no le funcionaba del todo en la azotea. Me convencieron de ello el volumen de la libreta, los recortables que asomaban de la bolsa de plástico y la parsimonia un tanto alucinada con que escogía nuevos trozos que recortar. 
O quizá, pensé, aquella muchacha pensaba que nuestras vidas no son más que un collage irregular del que comprenderemos el significado cuando encontremos todas las piezas, y estaba empeñada en buscar las que aún le faltaban, para darle una forma lógica, un porqué entre pegotones de distintos colores y formas. Aquella chica quizá llevase en la bolsa de mercadona la historia entera de su vida contada a través de reflejos impresos e imperfectos de sus recuerdos, y quizá crea que un día aparecerá la pieza perfecta que unirá todo el conjunto. Lo triste es que entonces ya no necesitará buscar más, y se sentará en la penumbra a hojear su retrato mientras espera la muerte.
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*Parentesco que me ha proporcionado otro minuto de gloria, a los que mi yo megalómano es tan aficionado...además de ser una de las pocas características comunes que poseo con mi other half.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Chipirones & Perdedores

Ayer finalizó el verano, que este año, tras dos en Albión, se me ha hecho particularmente largo y agradable (pese a mis maravillosas ocupaciones en el campo de la ciencia). El día dominguero pegados a la pantalla cerveza y olivas en mano viendo el Eurobasket así me lo indica, porque el verano acaba cuando empiezan los partidos oficiales de baloncesto. Se me ha ocurrido escribir sobre la épica de este deporte: el segundo título europeo consecutivo de la selección española, su generación de oro, con su  calidad humana, acordándose de los padres fallecidos de Reyes y Claver (me viene a la memoria que durante el mundial de Japón, cuando nos pilló a todos por sorpresa el ganarlo, Pepu también había perdido a su padre)...pero no estoy de humor. Será que mientras pienso en Macedonia, una selección de un país pequeño y medio desconocido, que nadie esperaba que estuviese en la lucha por las medallas, en los grandes halagos y simpatías vertidos por los comentaristas hacia esos jugadores que aún sabiéndose inferiores lucharon con uñas y dientes por hacer un buen papel pero que inevitablemente se vuelven a su casa con las manos vacías, me digo a mí misma que para qué, si al final de la corrida nadie se acuerda de los perdedores. Si al final del domingo de baloncesto toca de nuevo  poner el despertador a las 5 de la mañana porque hay que volver a vivir a 350 km, aunque cada día tengo menos claro si mi afán por luchar con uñas y dientes por una carrera científica me vaya a llevar más lejos que a Macedonia: unas palmaditas en la espalda de vez en cuando recordándome lo luchadora que soy y a casa con un contrato de dos meses. Pero el que no se consuela es porque no quiere, porque ahora nos hemos enterado que en realidad no es que vivamos separados por culpa de las malas/buenas (según el día) decisiones o por las chinches del destino, sino que somos una moderna pareja LAT. Menos mal que todos los días sale el sol, chipirón...

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Cosas de domingueros

Me gusta hacerme mayor. Quizá porque (dicen que) no tuve infancia, ni (me dejaron, o mejor dicho no tuve huevos para tener) adolescencia, en el sentido en que la mayoría recuerda estas épocas. Tampoco sé si todavía soy joven (en este mundo cada vez más viejo uno aún se considera joven cuando en otras épocas y lugares estaría a punto de palmarla, salvando el honroso ejemplo del imperio romano en el que el iuvenis lo era hasta los 46). En cualquier caso, estos meses de verano (no exactamente de vacaciones, porque mis maravillosas ocupaciones  a la búsqueda de la T3CEM2 (o lo que viene siendo lo mismo: la terapia total que curará todas las enfermedades del mundo mundial, [pero de esta chorrada hablaremos otro día]) no me han dejado más que 7 días laborables libres, me han confirmado esta verdad inapelable: disfruto como un marrano de las cosas de domingueros. Ay, qué gustazo estar en pelotas en la playa con una neverita comprada en los chinos rellena con sus quintillos, sus latitas de mejillones y de olivas,  sus sangüiches y su fiambrera con melón cortadito. Yo no creo que los señores a bordo del velerito que se divisa a lo lejos disfruten de mayor paz interior y alegría de la que disfruto yo pegando tragos de cerveza fresquita mientras leo el suplemento del periódico del domingo y le espolso la arena de la espalda a mi  other half (14 años ya quitándole la arena de la espalda, hay que ver). Como no creo que quien se pueda permitir unas vacaciones en su isla privada en Dubai experimente mayor felicidad que yo en la isla de Cádiz* con mis queridos ex-compañeros del jardín del Edén reencontrados, como ya vaticiné en posts anteriores, delante de un salmorejo. 
Además de concluir que me he hecho mayor, y me gusta, cuando disfruto tanto de las cosas de domingueros no saco otra conclusión que la que ya saqué la última vez que escribí hace dos meses: si fuésemos capaces de prescindir de lo superfluo quizá lo imprescindible llegase a todos. Esta mañana me he despertado con la noticia de que en EEUU hay 46 millones de pobres. Es decir, toda la población de esta España nuestra. Y aun así, la proporción es menor que en nuestra España, donde albergamos a 9. Qué sabia mi amiga Amparo que durante un par de días se quedó conmigo en Barcelona y me sustituía el telediario del desayuno por Bob Esponja.


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*He aprendido que es necesario, para la salud mental, visitar al menos una vez en la vida la tacita de plata. Se pueden degustar tortillitas de camarones, salmorejo, raciones de gamba fresca a precios y con una relajación imposibles por tierras de parla catalana, y enterarse de por qué la constitución de 1812, que allí se firmó, no se aplicó nunca: en su artículo 4º definía como obligación del gobierno asegurar la felicidad de la nación, algo de todo punto inadmisible. Lo cual me lleva a la tan discutida modificación del artículo 135 de nuestra sagrada e intocable (hasta hace dos días) constitución del 78, pero de esto hablaremos otro día. 


miércoles, 20 de julio de 2011

Lo superfluo

Disculpen el ripio: estoy hasta las pelotas de que me caguen las gaviotas. Qué le vamos a hacer, es el precio que hay que pagar por pedalear hacia el puesto de trabajo por el paseo marítimo, no todo iban a ser cafés en la terraza mirando al Mediterráneo...
Encima, las muy agoreras siempre vienen a anunciarme los múltiples contratiempos con los que se pone a prueba mi be like water. La primera, que me cagó en la rodilla, fue el presagio de la ristra de becas y plazas de profesorcillo denegadas con un ni se moleste en venir usted mañana porque nosotros, ente abstracto llamado comisión de evaluación y/o contratación, hacemos con su currículum vitae plagado de cosillas que a usted, ay ilusa, le parecen méritos, lo mismo que la gaviota en su rodilla con una puntería fuera de lo normal. La segunda, ayer mismo, en todo el brazo, me previno de que estaba a unas horas de quedarme sin nevera. (Y me acaba de dar un ataque de pánico: justo en el momento en que escribo la palabra nevera, la señora de las noticias de la 1 capta mi atención preguntándome de repente si he pensado en comprar un electrodoméstico, y advirtiéndome de que se han implantado nuevas etiquetas en los mismos...junto con las gaviotas pitonisas, el mundo no deja de darme señales que me confirman que vivo en la mente de alguien perverso).
Efectivamente, a las 3 de la mañana me he despertado sobresaltada, sin saber muy bien por qué. Cierto que es extraño coger un resfriado de moco espeso y tos de perro en mitad de julio (¡coño, que esto no me ha pasado ni cuando vivía en la isla!), pero no fue eso lo que me despertó: fue el silencio. Tras veinte minutos de insomnio, saqué un pie de la cama, llegué a la nevera (así de grande es mi piso), abrí la puerta, toqué el brick de leche y comprobé con horror que estaba tibio. En fin. Menos mal que mi casera es de lo más solícito y se ha plantado esta tarde aquí con su Hristo, que desde que vivo aquí no he entendido aún si es jardinero (me trajo una planta en una carretilla), fontanero (me arregló la gotera) o simplemente el compañero de piso manitas, y dicho sea de paso, cuarenta años menor, de la señora María...lo cual no deja de ser curioso...en todo caso una lástima que Hristo no tenga tanta maña para los electrodomésticos como para las goteras, porque tras inspección visual del cacharro, seguida de un voy a intentar lo que hacemos en mi país (sí, lo habéis adivinado: desenchufar, dar dos sacudidas, volver a poner en su sitio y volver a encender, y sí, ha sido el colmo para la hija de una técnico de electrodomésticos de verdad como la que suscribe), su diagnóstico ha sido es el compresor, yo no puedo arreglarlo. Me toca comprar una nevera nueva y pasarle el recibo a la casera. O aprender a vivir sin nevera, lo cual sería posible con el Mercat a dos pasos de mi casa, si logro sustituir mi desayuno de café con leche y tostadas con queso y mermelada por por té y tostadas con aceite.
Mientras tanto, el Molt Honorable dimitía de su cargo con una desfachatez tan cateta que me hubiera querido meter debajo de la mesa antes que confesarme paisana de un señor que se atreve a decir, atropellando sin remedio una lengua a la que desde luego se nota que odia que la comunitat valenciana és lo més gran del món i jo me'n vaig amb menys de lo que vaig arribar y toda una sarta de barbaridades, palurdeces, demagogias y falacias que no tengo ganas de repetir por no acabar mal un día tan bonito como hoy. Y mientras tanto, Merkel y Sarkozy se reunían en privado para decidir qué hacer con los países periféricos, y mientras tanto, las cajas de ahorros refundidas en bankos salían a bolsa a jugarse mis pobres ahorrillos (no porque yo tenga acciones, sino porque como todo hijo de vecino, me pagan en una cuenta corriente y va y resulta que ese dinero el banco lo toma como propio, y juega con él al monopoly con otros bancos. El negocio del siglo, oiga: deme usted su dinero que yo se lo guardo, le cobro por ello, y encima si viene usted a reclamarlo no se lo puedo entregar, porque claro, es que usted no se ha enterado que el dinero en realidad no es nada, sólo unos cifras en una pantalla que utilizamos nosotros para jugar mientras usted se desloma, y no se queje que le dejamos una parte para que lo cambie por comida e incluso le engañamos diciéndole que le dejamos más para que se compre un coche y una casa, que es lo que todo hombre de bien debe hacer aquí y ahora, pagando por ello a largo plazo el triple de lo que cuesta porque evidentemente no le vamos a dejar el dinero gratis...), y mientras tanto, la ONU declaraba a Somalia en hambruna, algo recurrente que ya sucedía cuando yo no era más que una cría, algo que de vez en cuando los noticiarios no tienen tiempo, o interés, en comentar, pero que al menos a mí me hace pensar en lo superfluo que resulta preocuparse por una nevera cuando tengo la posibilidad de comprar cada día una hermosa ración de fruta y verdura fresca al acabar mi jornada laboral, y en lo indecente de los trajes de Camps, de las reuniones de Sarkozy y Merkel, de Rodrigo Rato y su puta madre, y de este sistema en el que vivimos en general que hace que esa posibilidad no exista para tantísimas personas.

jueves, 16 de junio de 2011

Feliz cumpleaños

Mañana hará 3 años que leí la tesis. Recuerdo que aquella mañana del 17 de junio de 2008 me desperté a las 7 y a las 8 me puse a jugar al Guitar Hero, a tocar One de Metallica, que era una de las más difíciles. Recuerdo que leí las conclusiones tan de carrerilla que a la gente le costó bastante seguirlas, el dolor de pies tras casi dos horas sobre mis minitacones romanos, los únicos que podía soportar por aquella época, las ganas de estampar contra la pared a uno de mis tribunales que no dejaba de hacer preguntas tontas, la comida poco formal con familia y amigos en la cafetería de la facultad, rompiendo la norma de invitar al tribunal a un sitio caro, el alivio de quitarme el traje, las cervezas de rigor en el Cabana, la cena en el Mariano, ya completamente destruída. 
Circula un vídeo por internet en el que varias personas se dirigen a su yo de 16 años y le recomiendan que se eche protector solar y se revise la piel, porque a los 28, a los 32, a los 41, sufrirá un melanoma. Hoy debo estar más o menos igual de destruída que aquel día que leí la tesis. Me he levantado a las 7, he dado una charla en el Instituto de investigación donde mal que bien hago mi segundo postdoc, he estado trabajando en el subsuelo hasta las 7, he jugado un partido de voleiplaya (ciertamente penoso por mi parte, pero no tantísimo como me esperaba después de 20 años sin tocar una pelota). Y casi a las 10 de la noche he tomado la Rambla (porque un paseo en bici más agradable que por el Paral·lel no me iba a venir mal) pensando qué le diría a mi yo de 28 años, a punto de leer la tesis.


Ahora no lo sabes, sólo te preocupa hacer un buen papel y salir el sábado a celebrarlo, a emborracharte por los más de 4 años que has invertido en este proyecto. Pero en menos de 6 meses te van a contratar en una de las Universidades más prestigiosas del mundo y vas a invertir muchísimo más. Y lo malo es que lo vas a hacer con el objetivo y las expectativas equivocadas. Por favor, no te equivoques. El que se va, no se va para volver, como mucho se va para crecer, se va porque quiere irse. Ahora crees que lo necesitas, que la placita de técnico que has ganado, y que te aseguraría vivir en Valencia, al lado de tu other half durante tres años, no es suficiente para lo que podrías conseguir, que no quieres cortate las alas. Ni siquiera sabes que llamarás a tu other half así en aquel blog que empezaste en tu primer exilio y que tuviste abandonado tanto tiempo. No sabes que es de ilusos pensar que tras tu contrato de 18 meses te darán una de esas becas para rescatar cerebros y que volverás a casa. No sabes que aprenderás a montar en bicicleta e incluso a andar con tacones, que conocerás gente maravillosa por el camino y también muchos gilipollas, que dejarás de conocerte a ti misma, que perderás tu pasión por la ciencia por el camino, que depués de 3 años sólo quedará un destello de lo que fuiste, de tus sueños reflejados en los lagrimones de cocodrilo al acabar la tesis. Que tu premio extraordinario de licenciatura, tu premio extraordinario de doctorado, tu capacidad de trabajo que te han alabado siempre en casi todas partes, tu facilidad para las lenguas, tu falta de miedo a la hoja en blanco, tu falta de miedo a hablar en público, tus bastantes artículos en revistas más o menos respetables para el campo, todo eso, sólo sirve para acumular fotocopias para las plazas a las que te vas a presentar y que no te darán, porque la vida no te va a dar lo que quieras, porque, ay, reina, hay mucha más gente con todas esas cosas y más...Te vas a ir, pero no para volver: volver será incluso más complicado que irse. Y la gente que se quedó, la gente que apostó por su cuidad, su familia, sus amigos, te irán pasando por delante, van colocándose poco a poco en la Universidad sin que les hayan picado las chinches. Eso tienes que saberlo, y tienes que asumirlo.


Algún día, quizá demasiado tarde, la carta que le escribiré a mi yo no doctor será optimista: le diré que va a pasarlo mal, pero que se convenza a sí misma de que lo que importa no es la meta sino el camino. Y a pesar de los tropezones, el camino fue interesante y valió la pena. Quizá.

Violencia

Dice el nuevo President de la Generalitat que prefiere la democracia imperfecta al caos violento que se nos propone, y que por lo tanto a partir de ahora se legitima el uso de la violencia, porque los manifestantes se han pasado la raya. Perdone un segundo, que no lo he entendido bien. La violencia por parte del pueblo es inaceptable, ¿y la que viene del estado para reprimir al pueblo es legítima? Se han pasado de la raya estos manifestantes por esperar en la puerta a esos que llegan escoltados y en helicóptero para recordarles que su trabajo es representarnos y velar por los intereses del pueblo, y que no lo hacen; porque ya no se conforman con lo que les cuentan por la televisión, sino que miran a su alrededor y toman conciencia. Se han pasado de la raya porque ya no se conforman con que nos digan en qué consiste la democracia (parece ser que en poner el voto en una urna cada 4 años y dejar de preocuparse por nada, y aceptar todo lo que venga, que para eso nuestros políticos son más inteligentes y saben los que nos conviene), sino que quieren reconstruirla. Se han pasado de la raya porque se han dado cuenta de que somos más, de que el delito no debería ser estar a la puerta del parlamento, sino dirigir el mundo desde la poltrona de la manera tan nefasta como lo están haciendo, con la mano del capital metida por el culo. Se han pasado de la raya porque no están reaccionando como se espera de ellos, montando un folloncito como cuando un equipo de fúrbol gana la liga y volviendo al trabajo al día siguiente, descargando un poquito de frustración en forma de violencia para que les caigan unos cuantos palos y darse cuenta de que aquí no hay nada que hacer y hasta la próxima. No, la gran mayoría sale a la calle y le recuerda a los políticos su indignidad sin quemar cajeros, y eso no puede tolerarse, y hay que pararlo con violencia. Pues muy bien, pero que lástima que sean chapuceros hasta para eso. Todos hemos comprendido más o menos que el trabajo real de los políticos no es ni representarnos ni velar por el bien común, sino mantener a raya al pueblo, para que el sistema no pare, y los de arriba sigan controlando un mundo que construimos los de abajo. Si al menos consiguiéramos que lo admitiesen, que por lo menos tuvieran la vergüenza de no pretender seguir con la farsa e inventarse trampas tan tristes como  las de esta mañana...

lunes, 30 de mayo de 2011

Tiempos interesantes

Miro a mi alrededor y me quedo estupefacta. Corrijo: me miro a mí misma y me quedo estupefacta. Yo sigo con mi rutina inamovible, trabajando mis diez horas diarias, cogiendo puntualmente mis trenes para volver a casa el fin de semana, quejándome de mi suerte haciendo bastante poco por cambiarla o por aceptarla. Pero de repente resulta que mis conciudadanos, esos mismos por los que yo durante mi vida diaria no siento demasiado interés, se han echado a la calle con las manos vacías y en alto a pedir algo que hasta hace muy poco se nos antojaba imposible: un cambio en el sistema que nos ha vendido democracia retorciendo el significado de la palabra hasta límites insospechados. Muchos de mis conciudadanos acampan y organizan asambleas a 1.3 km de donde me refugio cada noche tras acabar mi jornada laboral. El pasado viernes los limpiaron a porrazos, y cuando volvieron se llenaron el pelo de flores como si hubiésemos retrocedido 43 años en el tiempo y continuaron con las manos vacías y en alto, cantando a los cuatro vientos que se había demostrado que el pueblo ya no tiene miedo. Que la calle es del pueblo. 
Y yo sigo escondida, inamovible, sin hacer más que comentar la jugada, expectante por ver cómo acabará todo esto, con la triste convicción de que servirá de muy poco, con una punzada de remordimiento o quizá de resignación porque yo no estoy también en la calle. Y escuchando a Fabrizio de André y su Storia d'un impiegato: aquel triste treintañero que mira con desasosiego a su alrededor durante el mayo francés desde la comodidad de su vida gris, sin comprender demasiado lo que sucede, pero sabiendo que necesita hacer algo al respecto, y que decide acabar con su mala conciencia poniendo una bomba en el parlamento...para acabar reventando, por error, un pobre kiosko.

miércoles, 11 de mayo de 2011

San Francisco (II)

Acabemos (a falta del material gráfico que quizá me preste mi half) con San Francisco, la ciudad que inspiró The Walking Dead, como comentábamos anteriormente. De ser fotógrafa, hubiera pedido a cada mendigo que posara para mí al pie de cada rascacielos, o de cada Starbucks, y hubiera creado un retrato fiel y desesperado de nuestra sociedad. Pero como fotógrafa soy pésima, y como persona me atemorizan demasiado las situaciones y las personas desconocidas, así que me limité a deambular y observar llenándome el estómago de vacío. Y descubrí que los rascacielos no sólo conviven con los mendigos. Conviven con las palabras de Dolores Ibárruri, lo creáis o no, grabadas en un monumento a las Brigadas Internacionales junto al Financial District, y con las palabras de Martin Luther King, que me entretuve en copiar:
Estos son tiempos revolucionarios. En toda la tierra, los hombres se revuelven contra los viejos sistemas de explotación y opresión, y fuera del mundo corrupto, nuevos sistemas de justicia e igualdad están naciendo. Los descamisados y los descalzos de la Tierra se levantan como nunca antes. Tengo la audacia de creer que la gente de todas partes podrá tener 3 comidas al día, y educación, y cultura, dignidad e igualdad, y libertad. Creo que los hombres preocupados por sí mismos se están convirtiendo en hombres preocupados por los demás. Un individuo no empieza a vivir hasta que no se levanta sobre los estrechos confines de sus preocupaciones y se da cuenta de los problemas de la humanidad. Debemos cambiar ya de una sociedad orientada a las cosas a una sociedad orientada a las personas. Cuando las máquinas y las computadoras, y los derechos de propiedad, y los beneficios bancarios, se consideran más importantes que las personas, los gigantes del racismo, el materialismo y el militarismo no pueden ser vencidos. A través de nuestro ingenio científico hemos convertido el mundo en un vecindario. Ahora debemos convertirlo en una hermandad. Porque si no somos capaces de aprender a vivir juntos como hermanos, pereceremos juntos como idiotas. No hay nada más grande en el mundo que la libertad. Vale la pena pagar por ella, ser encarcelado por ella. Preferiría vivir en la pobreza más abyecta con mis convicciones intactas a vivir en la más desordenada riqueza habiendo perdido el respeto por mí mismo. Rechazo aceptar la cínica noción de que nación tras nación debe caer en una espiral militar al infierno termonuclear. Creo que la verdad desarmada y el amor incondicional tendrán la palabra final. Es por eso que la derrota temporal de la justicia es más fuerte que la victoria temporal del mal. Durante años los hombres han hablado de guerra y de paz, pero ahora ya no pueden hablar sólo de eso. La elección es entre la no-violencia o la no-existencia. La medida del hombre no la da donde se coloca en tiempos de comodidad, sino en donde los hace en tiempos de reto. Cuando nos llame la libertad, debemos dejarla llamar a cada pueblo, a cada aldea, y seremos capaces de acelerar la llegada del día en que todos los hijos de dios, negros y blancos, judíos y gentiles, protestantes y católicos, cantaremos juntos el viejo espiritual negro: ¡Finalmente libres!
Palabras grandes, palabras ingenuas, palabras traicionadas, palabras que nos golpean con la conciencia de que cincuenta años después, todo sigue igual, nada más que palabras diseminadas por toda la ciudad, a la que se puede definir de muchas maneras, pero cuyo epíteto más adecuado, desde mi punto de vista, es decadente. Grandes esperanzas de revolución personal, sexual, social, de las que sólo quedan en los colorines de las fachadas de Haight-Ashbury y en el fondo de las pupilas de los zombis-hippie que todavía cantan en las colinas del Golden Gate Park. Y en mi interior la náusea que acompaña a toda persona que se empeña en intentar ver la belleza de la vida incluso en su fealdad, pero que ve como sus ganas de rebelión van sustituyéndose, poco a poco, por la conciencia de que la rebelión no sirve de nada.


Por enjuagarme la boca de tanta reflexión inútil, y dar aun más evidencias de mi rendición, diré que al menos en San Francisco he comido el mejor sushi de mi vida.


Claro que volver a Londres ya fue un poco como volver a casa, a beber cerveza y pedir pakistaní (o indio, porque muchos take away no lo dejan nada claro) como en los viejos tiempos, con Adán y Eva y el pequeño y querido Serpiente. Paseando por Camden se me ocurría que quizá las cosas hubiesen sido distintas de haber aterrizado en Londres y no en Cambridge, pero nunca debo perder de vista que el mundo sólo es mundo a través de los ojos que lo miran.

martes, 3 de mayo de 2011

San Francisco

Por aquí andamos. Ventaja e inconveniente de dedicarse a esto de la ciencia: ves mucho mundo, pero la mayoría de las veces es por trabajo. Esta vez, sin embargo, yo soy una mera acompañante observadora, así que mientras mi other half se pelea con el control de frecuencia os cuento un poco como nos está yendo estos días.

Day 1:  Back in the UK, los derechos de los animales y José García el prófugo
Casi 24 horas de viaje desde mi zulo barcelonés hasta la costa oeste dan para bastante. Para hacer escala en Londres, por ejemplo, y celebrarlo con un English Breakfast en toda regla. Para leer todos los periódicos con que te obsequian las líneas aéreas unidas (todo más que unido en los estados ídem) durante el vuelo transatlántico interminable entre cabezadas y vasos de agua y cacahuetes cada hora y media, y enterarse de why it's an insult to call an animal your pet. Ya ves, a estas alturas los ingleses proponen llamarlos animales de compañía, como llevamos haciendo los hispanohablantes de toda la vida (pero de la corrección política en el lenguaje, incluyendo a las miembras, mejor hablamos otro día). Para que el cuello se te quede agarrotado y te arriesgues a la ceguera pegado a la ventanilla intentando divisar osos polares en Groenlandia y su costa helada interminable a 10 km de altura. Y, por fin, para enterarte de que existe un José García nacido el mismo día que mi other half al que le han denegado el visado para entrar en EEUU. Viva la libertad de los eeuuenses de no tener documento nacional de identidad e identificar a la gente por el nombre y la fecha de nacimiento, que evidentemente es la manera más eficaz en un mundo donde habitan más de seis mil millones de personas, más de doscientos millones de ellos hispanohablantes, y no he investigado la proporción, pero sabiendo que, aproximadamente, la mitad de la población española lleva un García entre sus apellidos, qué suerte ha tenido mi pobre half. Menos mal que nadie nos robó la maleta abandonada en medio de una sala vacía ni la destruyó por sospechosa (ya veremos a la vuelta) durante la hora que estuvimos encerrados en la frontera.

Day 2: Sopa de almejas y leones marinos

Hombre, no digo yo que lo de meter una sopa en un pan redondo no quede estéticamente bien, pero es un desperdicio. Y un peligro para las gaviotas que campan a sus anchas por los muelles del Fisherman Wharf comiéndose los restos del pan, cual personas adictas al mcdonals. Y lo de los leones marinos, un destarifo de olor a pescado podrido. Qué bichos tan malolientes y agresivos, ahí entre barcos y turistas, ignorando a unos y a otros. Los tranvías monísimos, pero 5$ el billete de ida y 2 horas de cola hacen que cualquiera se conforme con saltar sobre uno parado y hacerse la foto de rigor. Por no hablar de las agujetas en músculos de las piernas que uno no sabía ni que existían venga ruta turística arriba, ruta para abajo.

Day 3: 31 cumpleaños entre copas y noodles

Pues muy bonito el Napa valley, pero nada que no se pudiera organizar en Utiel-Requena con una buena inversión de dólares  y una buena campaña de márketing. Eso sí, cuando vas por el tercer vino de la cata ya no recuerdas si la variedad de la uva es cabernet sauvignon, zinfandel o merlot, por supuesto te da igual que el acompañamiento posterior sea un bocadillo de cerdo a la barbacoa. Si para acabar el día, te juegas el tipo bajando en coche la calle más escarpada y sinuosa del mundo, que el anterior casi mueres intentando escalar a pie, y terminas cenando en el único chino afterhours que queda entre Chinatown (donde se inventaron las galletas de la fortuna) y la calle de los puticlubs con dos profesionales, un homeless y el mellizo de Jackie Chan, te queda un cumpleaños redondo.

Day 4: ¿Fuera o dentro del sistema?

Que en este país conviven sin molestarse el lujo (si bien casi siempre hortera) y la inmundicia ya lo sabíamos, pero nunca nos había quedado tan patente como al girar la esquina de la calle de nuestro hotel y jugarnos el tipo por el barrio adyacente para coger el autobús. Supongo que será cuestión de acostumbrarse, como a todo. Supongo que no somos nadie para juzgar a nadie, pero este país debería avergonzarse si alguien se molestara en contabilizar a la gente que vive en la más absoluta pobreza, que se arrastra andrajosa o incluso en ropa interior por las aceras, completamente borrachos, o drogados, o simplemente enfermos mentales, llenos de llagas y podredumbre a 50 metros de un Macy's. En España, en Europa, hay muchos, pero nada que ver con las cantidades que te encuentras por aquí en cada esquina. Casi más homeless que Starbuck's, que ya es decir. Te sales del sistema, como el hippy sesentón que compartió viaje en el autobús con nosotros, gritando take a walk on the wild side (ya ves, a estas alturas me entero de que Candy Darling, de Long Island, la de la canción de Lou Reed, existió realmente, y que de hecho es la señora de la portada del segundo disco de Antony and the Johnsons) y ya sabes a lo que te expones. Me hace pensar en lo cómoda que me encuentro en mi burbuja de la clase media, clamando contra el sistema, y sin embargo intentando ignorarlo la mayor parte del tiempo, como en este país conviven y se ignoran los que tienen dinero y los que no. Y mientras miles polacos salían a celebrar que el papa de los jóvenes (que digo yo que no lo llamarían así las monjas de mi colegio por lo bien que hacía la vista gorda ante los cientos de casos de pederastia que ocurrieron en el seno de su iglesia durante su magnífico mandato) ya es casi santo (quizá el segundo milagro que se le atribuya sea el de ser considerado un reformista cuando fue uno de los papas más retrógrados de la historia y un benevolente político cuando se codeó alegremente con la flor y nata de los dictadores más sanguinarios de la tierra), y miles de americanos salían espontáneamente a cantar el himno con sus banderas y celebrar que Oceanía ha acabado con Goldstein (no me echéis la culpa si ya no sé qué es lo que he leído en una novela y qué es la realidad...), anoche mi other half y yo bebíamos birra y comíamos penne arrabbiata en un restaurante siciliano del corso di Colombo, pretendiendo que todo estaba bien, que todas estas cosas no importan siempre que queden estos pequeños refugios de papel.

Day 5: ?

Estamos en ello. Paseando entre rascacielos antes y observándolos desde mi ventana ahora, mientras espero que mi half vuelva del congreso para ir a comprar un par de galletas la fortuna, a ver si nos revelan el futuro que nos espera el jueves al coger el avión de vuelta con el jaleo que se ha montado en las últimas horas.
Material gráfico y más aventuras a mi vuelta.

martes, 26 de abril de 2011

Relativamente

Voy a cumplir los 31. Qué feo suena. Al menos el año pasado era un número redondo, y tenía la bonita excusa de la crisis para celebrarlo. Voy a cumplirlos en San Francisco. Si llego viva.
Anoche dormí unas 3 horas en intervalos de 15 minutos, por culpa de un mosquito y de mi habitual manía de no dormir cuando tengo que coger un tren a las 6.40 de la mañana. Hoy me he encontrado una paloma muerta en la terraza. Ha empezado a llover cuando salía del trabajo. Para más inri, ahora que estamos en Pascua, se me ha soltado el freno delantero de mi recién estrenada bicicleta. Venía pedaleando por el Paral·lel y pensaba en la relativización de los sucesos de nuestras vidas. Cómo la lluvia en Cambridge me molestaba menos que aquí porque ya la esperaba. Aquí se supone que debe hacer sol. Cómo me importó mucho menos que el tren que me llevó a casa el pasado jueves lo hiciera con hora y media de retraso tras haber sufrido en directo un ataque epiléptico del pasajero que ocupaba el asiento inmediatamente anterior al mío (el cual, para más inri, ahora que estamos en Pascua, mi other half reconoció en la estación como compañero de colegio, no somos nadie). Cómo me dolió mucho más mi falta de habilidades con las personas humanas al verme incapaz de ayudar en el trance: casi dos años cuidando de monos epilépticos (creo que ya he alcanzado el margen de seguridad para poder plasmar abiertamente a qué me dedicaba por Albión, pero quien sabe, siempre hay un terrorista que no te esperas a la vuelta de la esquina...) y no soy capaz más que de ir a avisar al personal de RENFE para que busque un médico ante una situación dantesca como que un hombre de metro noventa convulsione y saque espuma por la boca en el pasillo del vagón...
Paloma muerta, frenos e inutilidad de mis conocimientos sobre el papel de los receptores del glutamato en una crisis epiléptica real aparte, relativamente estoy muy bien. Me voy a pasar mi 31 cumpleaños a San Francisco, y de vuelta pasaremos por Londres a recordar no tan viejos tiempos. Ya había pasado casi medio año sin coger un avión, casi no me lo puedo creer.

jueves, 7 de abril de 2011

Tacheles

Carmen&JoseVte,
antes de joder el tischfussball del café Zapata en el Tacheles
En 2008 pasamos una semana en Alemania, visitando a dos amigas, una española en München y una italiana en Berlin. (Lo bueno de los exilios propios y ajenos es que te dan excusas buenísimas para ver mundo con comodidad. Mis amigas ya han vuelto de los suyos).
München es como una ciudad de cuento, en la que todo está limpio, los ciudadanos no cruzan cuando el semáforo de peatones está en rojo a pesar de que no haya ni un solo coche a 10 km, y los niños en bicicleta se paran adrede para tirar los envoltorios de los helados a la papelera. Además, en medio de la ciudad, en el río Isar o en el Englishgarten, te encuentras gente con el culo al aire en cuanto salga medio rayo de sol. Claro, que también puedes tomarte una cerveza de litro en la Houpbrauhauss donde el tío del bigote ridículo (Aznar, no, el otro) maquinaba sus conquistas. 
Berlin es más sucia pero con más personalidad. A mucha gente le apasiona. Los alquileres son baratos, los servicios buenos. Y está llena de lugares emblemáticos, como el checkpoint Charlie, lo que queda del muro, el primer semáforo de Europa, el Tacheles...ah, no, que el Tacheles lo van a desalojar, y en su lugar parece que pondrán unos hoteluchos...(o eso anuncia tristemente el periódico de hoy). Cuentan que algunos de sus habitantes han decidido cambiar su lugar en el edificio por una jugosa suma de dinero. El representante de la facción okupa escindida (aunque se puede decir que más bien era la facción capitalista-okupa, o pragmática-okupa, siendo los que regentaban los negocios) que se ha quedado con la pasta y ha corrido nos recuerda hoy que el mundo es así, que los artistas de Tacheles buscaban espacios de libertad y en la situación actual, el dinero significa libertad. Un día más para gritar al viento "Biba el zistema".

jueves, 31 de marzo de 2011

El minuto de gloria

Cualquiera que se haya tomado alguna vez en la vida un café en un bar conmigo sabe que tengo una manía que puede llegar a sacar de quicio: en cuanto me siento, saco una servilleta del servilletero, de esas que cuando estás comiendo bravas te extienden el allioli por las manos en lugar de limpiarlo, y hago una pajarita de papel. Creo que llevo haciendo pajaritas desde que empecé a tomar café, a los 14 años, en aquel bar de al lado del instituto cuyo nombre, tras hurgar 20 segundos en la memoria, me llega enseguida, el Savoy. 
Por eso cuando, después del terremoto de Japón, me enteré de la historia de las mil grullas, tuve que aprender a hacerlas. Es la evolución de la pajarita. Y a raíz de ellas, hoy, que no mañana, tengo mi minuto de gloria. Soy el relato del día en la primera página de Tansports Metropolitans de Barcelona. Cuando alguien pinche mañana, mi nombre (y por cierto, aún no he cambiado de sexo por mucho que me hayan confundido el tratamiento, tras Dr Karmen ya no me esperaba algo así) ya no estará en la primera página, pero seguirá aquí, imagino que al menos hasta el 14 de abril. Dicen que todo el mundo debería plantar un hijo, escribir un árbol y tener un libro antes de morir. Yo, de momento, me tengo que conformar con el origami. 


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PS. Detalles no relevantes. 

domingo, 27 de marzo de 2011

Horario de verano (anteriormente conocido como BST)

Apenas ha llovido. Por supuesto, no ha nevado. Me he sentido suspendida y apátrida: tras dos años sin verano, el invierno no llegó, y de repente la primavera asoma la cabeza. Pero ya está bien: aunque de la tristeza me queden un par de radículas, que no consigo arrancar por más que me empeñe, encuentro maneras de podar los brotes rebeldes en cuanto asoman y cuando sonrío ya no se me encaja la mandíbula. Los días pasan mucho más rápido. O simplemente soy más vieja*.
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*Una de las explicaciones a este fenómeno, según el recoge el neurólogo holandés Douwe Draaisma en su libro Why Life Speeds Up As You Get Older, se basa en el hecho de que, conforme envejecemos, conocemos bastante bien casi todo lo que encontramos a nuestro alrededor, de manera que no prestamos atención, modulada por la novedad, para aprender cosas nuevas que nos ayuden en la lucha por la supervivencia. La sensación al final del día es que todo va más rápido que cuando éramos niños, y todo nos sorprendía, y de todo aprendíamos, y todo lo recordábamos. Olvidamos los detalles: el manchurrón de aceite de coche que dibuja un arco iris en la acera ya no es un descubrimiento asombroso; el sabor del café es el mismo que el de ayer: lo tragamos sólo porque necesitamos la dosis de cafeína para despertar y mantenernos erguidos frente al ordenador y llevar a cabo nuestro trabajo a base de cerebelo, eficiente controlador de bucle cerrado gracias a las neuronas de Purkinje; no devolvemos la mirada al ojo amarillo de los S. tenerrimus (ya no son daffodils) que nos observan desde las grietas grises; la luna ya no tiene cara. Pasamos de largo de todas estas insignificancias, no recordaremos qué nos ha pasado hoy porque es exactamente lo mismo que nos pasó ayer y anteayer, y que nos pasará mañana. Parece que el tiempo se acelera, que no hemos hecho nada hoy porque no nos ha dado tiempo. No recordamos, vivimos menos. 
(Por eso estoy siguiendo una terapia de desaceleración, que me lleva a pasar la tarde entre cacerolas, consiguiendo un repertorio respetable de ama de casa: sopa de lentejas, albóndigas con salsa de tomate, arròs caldós,  fabada, potaje de garbanzos, spaghetti aglio e oliorisotto, guisantes con jamón, crema de calabaza, de calabacín, de espinacas. Qué poco necesitaba para cocinar como una abuela; sólo paciencia, cortar el ajo y la cebolla del tamaño adecuado, ajustar por primera vez en mi vida el punto de sal, porque ahora descubro que, mal que le pese a mi cerebro y a su maldita percepción cambiante del tiempo, tiempo me sobra para probar el caldo, rectificar, volver a probar, rectificar).

miércoles, 23 de marzo de 2011

El alma de las ciudades

Sin que siente precedente: Barcelona me gusta.


Podría vivir aquí, porque la lombriz metálica asoma por el túnel al ritmo que marca la cuenta atrás del reloj con precisión europea mientras los atribulados trabajadores se agolpan con maneras mediterráneas en el andén. Porque los domingos, los abuelos madrugadores comparten el metro a primera hora con los jóvenes y no jóvenes que vuelven de fiesta, y mean en las papeleras de la estación, y se desayunan una caña y el penúltimo pitillo. Porque el fresco de la mañana hace que el aire se nos cuele transparente por las narinas, y sin embargo ante nuestros ojos la contaminación despliega una densa capa lechosa que filtra los rayos de sol. Porque las zapatillas cuelgan de los cables entre las fachadas, las paredes combaten la resaca con carteles que llaman a la felicidad; en la estación de Passeig de Gràcia el saxofonista nos ofrece piruletas por unas monedas y nos recuerda, en cambio, que la felicidad no existe, pero quizá sí los momentos felices. Porque algunas calles huelen a basura, y a tubo de escape, o a primavera, a pan recién hecho, a calamares a la romana, a mierda de gaviota y a salitre, a dulces marroquíes, a porro y a croissant a la vez, a cemento, a recién pintado, a incienso, a jazmín, a butifarra. Porque en algunas de estas calles los niños aún juegan al fútbol (¡incluso al cricket!), y son de todos los colores, como los adultos que chocan por las aceras, que se abarrotan en la lombriz metálica, que toman café desde el balcón para relajarse observando las olas que lamen la playa de la Barceloneta: han llegado de todas partes del mundo, y pasarán por delante de Sagrada Família comentando la filigrana y los andamios o volverán en masa de la iglesia del Raval que oficia la misa en su idioma o se apretarán unos contra otros en un bar de ambiente o les robarán la cartera en la Rambla, u otearán las luces de la ciudad desde Montjuïc. Y podrán cenar pulpo marinado en wasabi, o pernil a la catalana, o arancini, o comida sin bestias o un simple kebab. Y las senyeras cuelgan de los balcones, en algunas calles hay tenderetes y voluntariosos ciudadanos organizando una consulta independentista, en la plaza de la Catedral se bailan sardanas, y con la cantidad de músicos, artistas, científicos y modernos por metro cuadrado que reúne la ciudad, se respira la intelectualidad con gafas de pasta hasta cuando algunas abuelas piden un kilo de patatas en el Mercat de Sant Antoni, con aire de licenciadas en Humanidades. Y mientras, en algunos bares sobrevive la España profunda, de sesentones andaluces cantando cuplés vestidos de flamenca, de gitanos con bisoñé, cadenas de oro al cuello y camisa con chorreras, de deficientes mentales, jubilados de carajillo y ducados, borrachos, emigrantes e inmigrantes, alegre la tristeza y triste el vino, y Carmen observa, sonríe, da un sorbo a la cerveza (una media, aquí no saben lo que es un tercio) y se dice que en estos contrastes reside el alma de las ciudades.

martes, 15 de marzo de 2011

Mensaje del Hombre Feliz

Me quedo sin palabras cuando escucho las noticias por la mañana y a las cifra escalofriantes de muertos y desaparecidos, sigue la cantinela, últimamente repetida hasta la saciedad, de otras cifras, las del Nikkei, las de millones que el gobierno nipón ha inyectado "para tranquilizar a los mercados", esos entes que quizá estén nerviosos porque acaban de perder unos cuantos miles de súbditos, de entre los más industriosos de la tierra. Los mercados, esos entes que no dan una tregua a la tragedia humana.

Como me quedo sin palabras, hago mías las del Hombre Feliz, que nada tienen que ver con los mercados y todo con el orgullo de su pueblo:
  
For all the people who live in Japan, whether they are Japanese or not, whether they are affected directly or indirectly, it is a challenged time. I believe they will prevail over this crisis as they have done many times in history. It is heart-breaking to watch as personal stories are being unraveled. My hearts are with those who have experienced great loss. The world is watching you, Japan. Hang on!


Recuerdo cómo Yoshi me explicaba, cuando se nos hacía tarde, siempre los últimos trabajando en yellow walls, y yo le insistía en que teníamos que ir a casa porque ya estaba bien por hoy, porque no tenía sentido trabajar tanto, que un japonés jamás le diría eso a otro: le diría algo así como ganbare, adelante.

lunes, 7 de marzo de 2011

Paciencia (II)

Bip. Bip. Bip. Cada 3 segundos. Desde hace casi dos horas. Por megafonía. Intento distraerme. Subiendo a todo trapo a la Velvet Underground, que le va que ni al pelo, pero por supuesto necesitaría un poco de LSD y no un zumo de piña. Me pregunto si al resto de los pasajeros del Alaris 1202 con destino Barcelona Sants el Bip le está volviendo loco. Miro alrededor. La gente está dormida. La peliculita de marras de dinosaurios de cartón piedra lo merece. El que se sienta delante de mí rebusca en el portaequipajes y observa por un momento cómo garrapateo sobre el billete. Terapia. En la estación deberían vender vendas para sujetar las bocas de los durmientes en el tren. Decía Sabina Bip que se dedicó a escribir poesía porque nunca consiguió escribir más de dos folios sobre un tema. Me recordó a mí a los dieciséis, cuando aún no sabía que a los treinta iba a ser científica y luchaba contra el bolígrafo que se desinflaba cuando mis relatos llegaban a esa frontera invisible. Pero de ellos hablaré otro día, quizá incluso los busque y los cuelgue en el blog para que salgan del cajón donde quiera que estén. Me recuerda que elegí el bachillerato de ciencias por puro pragmatismo: más salidas laborales. Hay que ser inteligente para, con esa idea, elegir la carrera de biología. Siempre elijo mi camino con un pragmatismo más que erróneo. Bip. He crecido bastante desde entonces. He desarrollado la virtud de la paciencia hasta unos límites que nunca creí posibles. La paciencia me rezuma por los poros y soy capaz de estar aquí sentada sufriendo el bip, pensando sobre las decisiones de mi vida sin tener ganas de matar y sin removerme furiosamente sobre mi asiento cagándome en todo lo vivo entre dientes. Mi other half dice que las personas no cambian, y es posible que en esencia así sea, pero al mismo tiempo, también es cierto que el río que ves pasar nunca es el mismo, aunque la maravilla de los enlaces por puentes de hidrógeno sea siempre idéntica; es bien cierto que las dendritas y sus espinas no dejan de remodelarse, aunque la secuencia de AGCT sea siempre la misma, y que mis RhoGTPasas están haciendo un gran trabajo últimamente. Paciencia. O quizá sólo resignación. O quizá es que en lugar de con el mundo, me enfado conmigo misma, y prefiero echarme la bronca en privado. Pero lo intento, de verdad, lo intento, quizá no esté bien, pero al menos intentaré estar. La paciencia tiene su recompensa. A la voz de pròxima estació, Barcelona Sants casi todos se levantan con prisas, recogen sus maletas del portaequipajes, se ponen los abrigos dándose codazos unos a otros, se apiñan en el pasillo. No me creo que no sepan que el tren va a tardar aún unos 7 minutos en pararse, 7 minutos que yo ocupo sentada cómodamente, observando el esmalte rojo hortera y desconchado de las uñas de la pasajera que se apoya en el respaldo ante mí, con el modo random de mi ipod siempre eligiendo la canción adecuada. Paciencia. Quizá sea que últimamente como mucho ajo, que es tan bueno para la circulación. Pero de eso hablaremos otro día.  

miércoles, 2 de marzo de 2011

Vender la moto

Acabo de tener  una revelación: voy a morir en un accidente doméstico. El bulto negro del dorso de mi mano izquierda, fruto de un desafortunado movimiento contra el espejo del baño, es la prueba. Ayer estuve a punto de romperme el dedo gordo del pie izquierdo contra la cama, hace unas semanas protagonicé la típica escena cómica, esta vez en el trabajo, al estamparme de lleno contra el cristal que separa el pasillo del hall y clavarme las gafas. La huella de mi nariz aplastada quedó allí durante quince días. Por unas horas, el puente de mi nariz fue totalmente negro, luego se transformó en azul, ahora sólo queda un pequeño bulto...me temo que me hice una fisura. 
La muerte me trae a la memoria a Aubrey de Grey, que compartía las tardes de jazz con nosotros en el Cricketers, al final de Eden street. Nunca supimos quien era mientras vivimos en Cambridge, ni su tampoco mujer. Los apodábamos los fans número uno y a pesar del desaliño indigente siempre sospechamos que eran científicos locos: la señora desdentada esnifando rapé que extraía de un tubo eppendorf y el druida alucinado con calcetines de Asterix; siempre cogidos de la mano, pinta tras pinta, tarareando con deleite. Y de repente un día, en un programa aleatorio de la 2, allí estaban ellos. Si tenéis paciencia, podéis disfrutar de un programa similar aquí...yo no la he tenido más allá de la escena en la que Aubrey se sienta con su pinta de Abbot a explicar ceceando sus teorías en la misma mesa  en que yo más de una vez me comí un fish & chips (y Watson, y Crick), y aguanté hasta ahí por una extraña nostalgia de aquellos lugares que tantas veces percibí como fríos y hostiles pero que, con mi optimismo retroactivo, recuerdo ahora con una especie de cariño triste. Por abreviar el cuento, este hombre que se vende como gerontólogo, o biólogo o visionario, era el IT del departamento de Genética, donde conoció a su mujer (veinte años mayor). Tanto rapé y tanta ale les debe haber sentado mal a los dos. Postulan que podemos vivir para siempre, que el morir no es más que una enfermedad curable. Descorazonada, me doy cuenta de que las investigaciones de de Grey y de su Fundación no tienen a mis ojos un ápice más ni menos de credibilidad que la de muchos científicos serios que tengo cerca. Al final, tristemente, sólo se trata de vender la moto.

Por uno de esos raros azares, tengo un club de música en directo al final de mi calle en Barcelona, de ambiente muchísimo menos sórdido, y los domingos en lugar de escuchar a The Andy Bowie Quartet, Brigitte nos canta "Video killed the radio star" y Takeshi "Like a Rolling Stone", mientras el clon del recluta patoso vigila a la concurrencia.

martes, 8 de febrero de 2011

Spaghetti aglio e olio

Perchè le cose piu semplice sono quelle che ti fanno stare bene, dopo una giornata di merda bisogna cuoccere gli spaghetti sempre al dente (fate atenzione spagnoli che la vostra pasta è sempre scotta), riscaldare un po' d'olio su la padella, e mettere un aglio a fettine sottili (oppure metterlo intero se la giornata è stata cosí di merda che non avete voglia nemmeno di tagliare un aglio) e un po di pepperoncino, fare girare gli spaghetti in questa padella, aggiungere il prezzemolo e così via, e avete sempre il parmiggiano nel frigorifero, per carità, ma se non avete tanti soldi, per me il grana padano va anche bene...
...e se avete tanta fortuna, magari qualcuno vi ha offerto una birra, e vi ha ricordato che le cose piu semplice sono quelle piu buone, sono quelle che ti fanno stare bene, e anche con una ortografia di merda (come la giornata, perchè non ho mai studiato l'italiano ma ho sempre il parmiggiano nel frigorifero) ti viene la voglia di festeggiare la vita con un bel piatto di spaghetti...

jueves, 3 de febrero de 2011

Conejo's time

Desafortunadamente, esta vez no hemos podido celebrar el año nuevo con Juan el vietnamita. Pero por fin acabó el convulso año del Tigre y damos la bienvenida al primoroso y pacífico Conejo. Animal que, además de simpático y sabroso al ajillo, da nombre a una fantástica estrategia baloncestística popularizada por el inefable Manel Comas llamada, como no, La Táctica del Conejo. 
Cuando os enfrentéis a un enemigo mayor, recomiendo adoptarla: hacedle creer siempre que os lleva ventaja, aunque no tanta como para que os esté machacando (pongamos alrededor de diez puntos): ahorraréis fuerzas para, cuando el partido esté a punto de terminar, zasca, sacar vuestras armas secretas (¿quien no tiene preparada una defensa zonal y se reserva a un tirador con un 75% de acierto just in case?) y acabar ganando. Aunque sea por un puntito. It's Conejo's time...


(En otro orden de cosas, y mientras me acuerdo de los conejos, me como un kebab moderno e intento mantenerme despierta para convertirme en experta en Alzheimer con dos cojones y una cerveza, las noticias de la uno me informan de que la Merkel está exhultante de alegría con ZP y que vente pa alemania ingeniero Pepe. Y reflexiono: nuestro estado nos forma, es decir, invierte dinero en universidades públicas, en becas, en etcétera. Y luego nos envía, una vez hemos consumido los escasos recursos de los que disponemos en esta península llena de sol, de jamón y de buena vida, a generar riqueza a las empresas alemanas. Ole nuestros huev...este...que jrandes semos...)

jueves, 27 de enero de 2011

Encuentra la diferencia


Hoy me gustaría invitaros a un ejercicio muy simpático. Observad las dos fotos. Son dos soportes para cámara cctv (como zoovoyeur que soy necesito instalarme un sistema de videovigilancia) aparentemente con pocas diferencias entre sí, aparte del color y los materiales. Sin embargo, uno, en una tienda de informática y material fotográfico sita en algún lugar de Catalunya, cuesta 4.53€ más gastos de envío si se compra por internet (si necesitase 9 soportes para vigilar a toda la colonia, los portes me saldrían gratis), y la se entrega se realiza en 24-48h. El otro, que viene de una empresa productora y suministradora de material de laboratorio, sita en algún otro lugar de Catalunya, no muy lejano, cuesta 380€ + IVA, es decir, 448€, y el plazo de entrega es de 30-40 días.


¿Alguien se atreve a adivinar cual es cual?


Y dejemos abierto el debate sobre los pilares de la economía...

martes, 25 de enero de 2011

La crisis y clase media

A ver la vida pasar, resignada, trabajando, en lo que me den, hasta que me echen, o me canse, y no me pienso estresar, precisamente ése es el problema, que con esa actitud no se puede exigir nada, es culpa de ellos, porque yo sé que es culpa de ellos, pero si uno no hace lo que toca, así no puedo decir nada, se puede resumir en un pasaba yo por aquí y perdí x años de mi vida, básicamente, pero vamos, sí, tu quéjate, sólo te lo cuento, y yo, sólo te lo cuento, porque para uno quejarse tiene que importarle, y a mí ya no me importa, pero eso es lo que te digo, que en el momento que a uno ya no le importa, no puede reclamar nada, ni quejarse, connivencia con el sistema, y así nos va, he cometido muchos errores en mi vida, y así me va, y los errores han sido, hacer lo que se supone que tenía que hacer, y no tener claro lo que quería de verdad, así que hasta que esté a gusto con mi trabajo, pues voy pegando palos de ciego, fíjate, todo lo contrario que Steve Jobs les dijo a los de Stanford, pero claro, el hombre se está muriendo igual, es un hijo de la gran puta, eso dicen, flipao, budista, vegetariano, que pide a sus empleados que adoren tanto a su criatura como la adora él y dediquen su vida a su obra, uno puede hacer lo que dice Steve Jobs, o cuando tiene mucha pasta, o cuando no tiene nada, pero nosotros, que estamos en medio, je, aquí estamos, soportando el mundo sobre nuestros hombros, ese es el verdadero significado de la clase media, porque ni podemos permitirnos ser unos hijosdeputa como el Jobs, desde el currito al ingeniero, los que no tienen verdadero control sobre sus vidas, ni nos atrevemos a comprarnos una furgoneta e irnos a vivir a la playa con tres perros, clase mediocre, no media, frustrada, y conformista,
tenemos que hacer algo, ya estamos haciendo algo, sí, aceptar barco, y pulpo, cambiar nuestras vidas, en forma de trabajo, por dos semanas en la playa y un coche aparcado en la puerta, pues me toca los cojones lo de aceptar barco, en general pero vamos, hoy no me he levantado con ánimos ni moral como para cambiar el mundo, así que prefiero seguir trabajando, y mañana sera otro dia, es martes,
(y entonces fue cuando ganaron)
y volvimos a la edad media, que decía Anguita 
y a partir de ahora trabajar será un privilegio, y a fuerza de vivir un poco más cerca del amo que el resto de los esclavos pensaremos que somos parte de la familia del amo, olvidaremos nuestra realidad, y el sistema se garantizará nuestra obediencia gracias a nuestro miedo a perder nuestros privilegios de esclavo, porque no nos olvidemos, la tele, los periódicos, la radio, no nos deja,  que estamos en crisis, que un día podemos perderlo todo, que tenemos que aceptar rebajas salariales porque si no lo hacemos, nos podemos ver en la calle 
estoy bien
y eso es lo peor
se asume
y punto

y en unos años
reírnos de todo esto
más viejos y más sabios

(y el sistema no funcionará para siempre, la economía está por encima de la política, pero el dinero es humo, como mucho papel, y desgraciadamente nosotros no somos xilófagos)


Ing. José Vicente y Dra. Carmen, clase media en crisis