sábado, 25 de enero de 2014

England, you leave a taste...

...A bitter one

Cosas que me inspiran en Londres: una fila interminable de niños de cinco años de todos los colores, cogidos de la mano de dos en dos, ocupando todo el pasillo en la estación de metro, camino del museo de ciencias naturales; una fila desigual de adolescentes, de todos los colores, camino al campus; una acumulación de adultos de todos los colores; mirarlos descaradamente, a todos, mientras escucho a PJ Harvey; mientras ellos bajan y yo subo por las escaleras mecánicas del metro, escudriñar sus turbantes, sus velos, sus sombreros, sus tatuajes, sus piercings, sus cabelleras teñidas, o en rastas, sus trajes imposibles, su falta de abrigo, su resignación; la concentración de una chica con las uñas pintadas de amarillo en una edición Penguin de Animal Farm; mirar hacia arriba, descubrir que el gris es gris, pero a veces un poco de azul, y a veces un desgarrón blanco; como aquella sola flor blanca sobre una tapia, entre ramas desnudas y raquíticas, y la niebla, y el vaho. Me inspira que Londres no sea una ciudad sino un collage; que no sea Inglaterra sino una capital del mundo, porque así la han querido y construido todos los que han venido a ella, de todos los colores, de todos los continentes, de todas las religiones y de todas las tristezas, y para qué voy a hablar de lo que no me inspira, o de tristezas, si tres años después de mi huida vuelvo, pero esta vez mi half estará conmigo.




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