miércoles, 28 de octubre de 2009

Gingermen

Durante un par de meses, mis obligaciones para con el animal welfare se han visto reducidas sensiblemente, de manera que ya no necesito pasar la mayor parte del tiempo en yellow walls. La planificación dice que a partir de enero volveré a mi retiro espiritual amarillo, pero hasta entonces, paso una buena parte de mi jornada laboral en la scary silent office. Aprovecho para presentar aquí a sus habitantes, graciosamente modelados en pan de jengibre, y todos con sus banderas para mejor identificación (Sí, porque como habréis adivinado, la señorita del biquini también es británica, y desde luego no imagino una representación mejor para esta nación de gentes que se pasean en tirantes a estas alturas del año, incluso cuando el BST acabó el pasado domingo).
La aparición de la señorita del biquini con estos dobles comestibles para nuestra reunión social del miércoles me hizo pensar en algunas características propias de los ingleses que ya conocía pero que ahora estoy pudiendo analizar en detalle gracias a un libro* que compré nada más llegar y que debía haber leído en su momento para poder comprender (y por lo tanto intentar simpatizar un pelín con) el mundo que me rodea: el igualitarismo políticamente correcto.
Ahí estamos todos, ocho personas de siete nacionalidades distintas, de tres continentes distintos, convertidos en galleta, con el mismo tamaño, el mismo peinado, el mismo botón en el cuello. A veces pienso que el afán de los ingleses por forzar este igualitarismo no es más que una maniobra de personas que piensan que las diferencias son malas para esconder este pensamiento incorrecto. Un ejercicio de hipocresía que permite mantener las formas. Pero quizá debería por una vez llevar a cabo un acto de buena fé. Quizá los ingleses creen en la igualdad absoluta de manera genuina. Al fin y al cabo, en pocos sitios puedes encontrarte a ocho personas de siete nacionalidades distintas compartiendo 5 metros cuadrados.
Sin embargo, aunque todos seamos iguales, algunos lo son más que otros: para el ojo avispado, es evidente que los tres ocupantes de yellow walls llevan un botón de chocolate; el resto, de azúcar.
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*Watching the English: The Hidden Rules of English Behaviour, Kate Fox

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