jueves, 31 de diciembre de 2015

2015: Epílogo

– 2015 ha sido el año en el que has bajado a la tierra- me ha dicho Half esta mañana – Ahora eres profesora en Castellón, dices que investigar es muy complicado y en vez de ser productiva te pasas los ratos muertos en el tuiter.

Volver. (¿Con la frente marchita?) Ése había sido mi objetivo desde que hice las maletas aquel 4 de enero de 2009. Volver a mi casa, pero no de cualquier manera: volver como profesora de universidad. De universidad pública, por supuesto, y por mis méritos, no por conocer a los de la dentro. Que una tiene sus principios.

Y desde septiembre, ya soy profesora ayudante doctora, el escalafón más bajo. Hace más de un año volví a ¿casa? (¿y dónde está la casa de uno?), vivo en Valencia (una ciudad en la que nunca antes había vivido: soy de extrarradio, de área metropolitana, de finca entre un descampado y las vías del tren, de piso de estudiantes mal amueblado), y, en principio, se supone que ya había acumulado méritos suficientes como para haber ganado esa placita de profesora sin conocer a nadie de los de dentro (porque durante seis años había firmado contratos en tres laboratorios de dos países que no tenían relación alguna con nadie que yo conociese y ganado una beca a la que renuncié en un cuarto; porque había publicado bastante en número, y algunos de los artículos en revistas de ésas que llaman de alto impacto). De hecho, poca gente había dentro, porque el dentro estaba sin hacer: me colé en un pre-departamento que iniciaba la tarea semi-suicida de otro grado de más Medicina. (Ninguna ciudad española sin su aeropuerto, ninguna ciudad española sin sus estudiantes de Medicina).

Pero no estoy contenta. Cómo iba a estarlo. Porque no volví como profesora: volví como investigadora con derecho a docencia. Porque no volví por algo que hubiese buscado por mí misma tras más de un año de mandar mi currículum a centros de Reino Unido, de Francia, al menos cuatro decenas de solicitudes, incluyendo convocatorias para grants y becas como la Marie Curie y la Ramón y Cajal, con idéntico resultado. Volví porque mi director de tesis había acometido la tarea semi-suicida de cambiar de Universidad en su cincuentena (algo inaudito en un catedrático, ¿verdad? Como inaudito que se refiera a ti como compañera, que te diga que está contento de aprender de ti, que de los jóvenes se aprende mucho) y me propuso presentarme a la plaza de investigador que saldría en el pre-departamento. Plaza que sólo salió anunciada en el tablón de anuncios de la universidad, y a la que sólo me presenté yo. Plaza que ocuparía a la espera de que el rectorado abriese la mano y dejase convocar plazas de profesorado, que como se sabe están capadas por la bendita tasa de reposición y los benditos recortes. Y por fin las plazas de profesorado, dos, a las que se presentaron sólo un puñadito de candidatos, creo que todos o casi todos locales (porque sólo salen anunciadas en el tablón de la universidad, y sólo hay diez días para presentar las doscientas fotocopias acreditativas de los méritos en registro, y pagar la tasa de 27€ de "derechos de examen") y en las que, por primera vez, no me recortaron puntos del currículum por aquí y por allá con el famoso factor de atingencia, porque por primera vez un departamento de una universidad española no consideraba que mi perfil no era el adecuado. Cómo no iba a ser adecuado, si ya estaba allí. Gané las dos. Me quedé con una, y aún así no estuve contenta.

No sé si algún día estaré contenta. Me fui en 2009 equivocada respecto a todo, expectativas y maneras de hacer, y me ha costado mucho tiempo darme cuenta de cómo funcionan las cosas, hasta donde puedo llegar, y hasta donde no. Porque suena muy mal, pero he fracasado estrepitosamente: triunfar en el camino que emprendí en 2009, a día de hoy, pasa por conseguir financiación para poner en marcha ideas propias y está claro que mis ideas no son lo suficientemente buenas para las agencias de financiación.

Aunque tal vez sólo esté siendo una snob. Cuánto más glamour en decir que estás investigando en la Universidad de Cambridge, en el Imperial College de Londres, o en el Centro de Regulación Genómica, esa maravilla frente al mar, que decir que eres profesora en una universidad periférica, de esas que todo el mundo sabe, porque sale constantemente en los medios, que están podridas y en las que la meritocracia no existe. Eso dicen.

Y sin embargo, sí estoy un poco contenta. Estoy contenta porque el pre-departamento está creciendo, porque la mayoría de mis compañeros trabajan duro para sacar adelante una investigación digna con los medios precarios de los que disponemos, porque muchos de ellos han pasado por lo mismo que yo, esa emigración tan necesaria para ampliar horizontes, para crecer como científico; porque los estudiantes parecen estar satisfechos con la docencia que desempeñamos. Cómo no voy a estar contenta si en las evaluaciones, algunos de los estudiantes han escrito que agradecen mi dedicación y entusiasmo, que han aprendido más histología que nunca con mi ayuda, si la puntuación que me han dado ha quedado a una décima del máximo. Cómo no voy a estar contenta si mis estudiantes me escriben para decirme que han aprendido mucho en mis clases. Cómo no voy a estar contenta, y llena de responsabilidad, si tengo la oportunidad de poner un granito de arena en la formación de futuros médicos. Si tengo la oportunidad de dirigir a doctorandos y aconsejarles para que no cometan los mismos errores que yo.

Y sin embargo, pocos días que no me mire a los zapatos y piense: los compré en Londres. La chaqueta en Cambridge, los pantalones en Barcelona. Y piense que llegará un día en que todos esos recordatorios de lo que fui irán al cubo de la basura, y con ellos ese disfraz de orgullo que me fui construyendo como científica migrante. Pocos días que no mire la pared del despacho, donde he colocado postales que he ido recogiendo en mis viajes, acreditaciones de congresos con mis filiaciones pasadas, y piense que llegará un día en el que ya suene fuera de lugar decir a mis estudiantes que no se preocupen si tienen que emigrar porque es bueno, que yo hasta el año pasado, hace dos años, hace tres, vivía aquí o allá, y no sabía donde iba a acabar trabajando.

Sí, soy la malcontenta, que no es feliz mientras emigra, y que no es feliz cuando vuelve, porque siente que no lo hizo bien, que le quedó tanto por hacer, que lo podría haber hecho mucho mejor. Que desaprovechó todas y cada una de las oportunidades que se le pusieron delante.

Pero cómo no voy a estar contenta si me han crecido sobrinos*, si me han convertido en esa tía sin hijos que regala libros. Cómo no voy a estar contenta cada vez que Eva me dice “Tía Parmen, arriba” porque siempre elige mi regazo para sentarse a la mesa. Cómo no voy a estar contenta si Blai me recibe con esos abrazos cuando voy de visita a Albión, si Blai sabe que cuando coge el avión es para “see tío Obi”.

Habrá que dejarse de quejas y concentrarse en la sonrisa de los nuevos, en enseñarles lo que se pueda. No hay más remedio.

------------------------------

*Carmen & Half, esa pareja de toda la vida, y prácticamente los únicos de su entorno que no se han reproducido, cuando hasta el Hombre Feliz y el Golden Polish, de quienes tanto hemos hablado aquí, lo han hecho este año.

2 comentarios:

  1. http://lamedialunadelacuadricula.blogspot.com.es/2015/12/otro-ano-impar.html

    ResponderEliminar
  2. Te fas major Carmen, és el que et passa. I que mai estaras contenta del tot, com tothom.
    Voldries tindre-ho tot, estar on estas però amb més reconeixment, haver guanyat "netament" (ara vaig ahi). I seguir corrent pel món. I tindre nebots, fills, qui sap?. Però tot no ho pots tindre, perquè lo dur de triar és que has de renunciar, i tu ho vas fer i te queda el regust amarg que sempre deixa una tria, per ben feta que estiga.
    I anem als mèrits. Una no guanya una plaça en un concurs, sinó amb el treball del dia a dia. Perquè un curriculum vitae, que és el que es valora en un concurs, és sols un pàl·lid retrat de la vida que hi ha al darrere. Per això, quasi sempre, el candidat o candidata és escollid/a abans de saber-ho ell o ella. En el teu cas, els qui havíem treballat amb tu, dia a dia, havíem fet la tria anys abans de cap concurs. Per alguna cosa serà.
    Accepta-ho, t'has fet major. I això fa mal. Però has d'anar fent-te a la idea, que només has començat!
    Besets

    ResponderEliminar