sábado, 7 de marzo de 2009

Mundos paralelos

Espero impacientemente el autobús, como cada mañana para ir a trabajar a horas intempestivas. Y paseando desesperada para hacer los minutos más cortos (tarea imposible), me entretengo en observar la laminación de las tres pizarras que actúan de elemento decorativo un tanto zen en el parquecillo de enfrente. Entonces recuerdo que hace casi once años estuve en Andorra de viaje familiar, y como se me hizo insoportable pasar cinco días de mi vida lejos de casa, rodeada de montañas y de techos de pizarra, lejos de un novio que entonces pensaba era para toda la vida porque ya estábamos once meses juntos y a esa edad ya se sabe que esas cosas son para toda la vida. Y ahora me doy cuenta dolorosamente que han pasado once años, y los cinco días que odiaba tener que pasar en los Pirineos se han convertido en dieciocho meses (¡Pero ahora ya son dieciséis!), los 600 km infranqueables ahora son 2000, y los once meses que pesaban tanto ahora son más de once años que pesan infinitamente más. Parecen lombrices en el estómago retorciéndose cada vez que me doy cuenta de que vivo en mundos paralelos: está el de ahí fuera, con sus carteles que me sacan de quicio (y eso que la última vez que estuve en el servicio de salud laboral para mi chequeo de las seis semanas ya sólo se habían perdido 6 horas de trabajo, dentro de nada la gente habrá aprendido la lección y no hará falta cartel), el ininteligible sistema de recogida de basuras, la guarrada suprema de la moqueta, la insoportable amabilidad británica, el musgo, la hierba helada, las tiendas que cierran a las 5pm, las togas, el cielo gris, los cuervos; y estoy yo, cada vez que me abstraigo de la realidad hablando por este maravilloso invento que es internet con mi gente, el mundo diferente de cada vez que cojo un avión y vuelvo a casa, y me digo que sólo es un paréntesis, si bien largo, no es más que un paréntesis abrupto en medio de mi vida real, que sigue allí, y que retomaré en un tiempo…y sin embargo si me llamaras, como decía Pedro Salinas, ¡Si me llamaras, sí;/ si me llamaras!/ Lo dejaría todo,/ todo lo tiraría:/ los precios, los catálogos,/ el azul del océano en los mapas, /los días y sus noches,/ los telegramas viejos (…)
Y sin embargo, si me llamaras, yo no podría irme de este mundo paralelo, yo no podría aún dejarlo porque sólo he sufrido dos meses de sistemas de recogida de basura ininteligibles, y no podría nunca saber cómo pude sobrevivir sola a ellos.

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