martes, 8 de diciembre de 2009

Lo extraordinario

Soy atea, pero me pareció natural, de paso al autobús apresurado, encender una vela en la iglesia católica de Cambridge. A mí no me consuela, pero sé que a mi suegra sí. A veces necesitamos estos símbolos cuando la muerte se cruza en nuestro camino y nos quedamos solos ante la confusión y los porqués.
Para sacudirme de encima el mal sabor de boca de un viaje angustiado, un velatorio incómodo con algunos infiltrados roncadores apoderándose de los sofás (para más información recomiendo la lectura del cuento "Conducta en los velorios" de Cortázar), la visión insistente de un cadáver que ya no era más la abuela María, los rituales obligados del incienso, el agua bendita y los Cristo la tiene en su regazo, regocijémonos porque nos espera en la vida eterna y demás torturas, empleo el largo viaje de vuelta a Cambridge en recordar cómo era la abuela antes de que la vejez la consumiera poco a poco hasta apagarla del todo.
Recuerdo que me enseñó la técnica precisa para cortar adecuadamente las patatas para la tortilla, de ella aprendí como se hace el sandwich perfecto, me tejió unos peúcos para mantener los pies calientes en invierno, me daba estrenas por Navidad igual que a sus nietos.
Lo extraordinario de la abuela era que no tenía nada de extraordinario: su carota redonda y sonrosada coronada por los típicos rizos blancos; su luto y su bata; su sentarse en el sofá a ver el cine de barrio; su hacer la comida, la cena, cortar y repartir el pan, incluso su nombre.
Lo extraordinario de la abuela María era su sencillez, su saber congregar a la familia a su alrededor para darle lo que sólo una abuela perfecta puede proporcionar: el cariño de abuela, la paz de descansar en el hogar.

3 comentarios:

  1. No se si estoy sensible o que narices me pasa, pero me ha parecido un post super bonito y emotivo...

    ResponderEliminar
  2. Anónimo1:43 a. m.

    Gracias a la abuela Maria por recordarnos que lo extraordinario está en ser no extraordinario y preocuparse por los de al lado. Un beso

    ResponderEliminar
  3. Anónimo1:45 p. m.

    gracias,tan sencilla la palabra como era la abuela, y tan enorme en su sencillez.

    ResponderEliminar