miércoles, 20 de enero de 2010

Sobre el amor

Hace unos días, mis queridos y añorados directores de tesis recibieron un e-mail de un señor de Florida al que no nombraré por no darle publicidad (si os interesa, ya os lo mando por e-mail). Este buen hombre, al parecer, ha estado investigando a fondo qué son las feromonas y para qué sirven, y gestando un pedazo de libro de 340 páginas, nada más y nada menos, que se puede comprar en amazon por un dólar, pero que por si acaso nadie repara en semejante ganga, ya se encarga el tío, que es autor, editor y jefe de prensa, de enviarlo gratis a los mayores expertos en el campo. Porque el buen hombre ha encontrado en sus desvelos la cura para casi todo lo malo en las feromonas, y ese descubrimiento, mal que le pese al gobierno, debe compartirlo con el mundo.
Mientras ojeaba el infame panfleto, no sabía si reírme o asustarme. Resulta que vivimos en un mundo pervertido por los sistemas de ventilación, que no dejan que las feromonas cumplan su función de mantener la felicidad y la armonía entre la población. Resulta que el buen hombre ha encontrado la solución: se le rasca la nariz a un buen padre de familia, sano y varonil (e imagino que cristiano, porque Cristo fue el primer visionario que entendió el supremo poder feromonal, y por ello instauró la eucaristía: para repartir feromonas) y se mete la roña en un chicle. Este chicle se le da a cualquiera que necesite ayuda: un terrorista islámico, un enfermo de Alzheimer, un enfermo de SIDA, un enfermo de esclerosis múltiple, un asesino a sueldo o incluso el peor de todos los criminales, un homosexual. Y se cura. Así de simple. Este buen hombre ya ha hecho algunos ensayos piloto en su pueblo, allá en Florida, donde imagino que debe haber todo tipo de personajes, y asegura que los índices de criminalidad estan bajando drásticamente. Pero como todo visionario, el pobre hombre es un incomprendido, y por lo tanto advierte al querido lector que los poderes fácticos harán todo lo posible por oscurecer el mayor descubrimiento de la Humanidad en siglos. Porque claro, a los que mandan no les interesa que todos tengamos tres doctorados, como en Star Trek, y la capacidad de construir naves espaciales para vivir felizmente en territorios marcianos (sí, esto lo pone en el epílogo del libro).
Un escalofrío recorre mi espina dorsal al imaginarme que quizá este señor sea un padre de familia que ha pasado los últimos diez años leyendo cientos de artículos serios, tres de los cuales son nuestro grupo de investigación, rascándose la nariz y dándole a sus propios hijos chicle con moco de varón saludable para probar que se portaban mejor. Uno de esos fanáticos que quizá un día decida que como lo de mandar e-mails a los científicos de verdad no funciona, se arme con una escopeta, secuestre un edificio de oficinas, y obligue a sus empleados a masticar el chicle milagroso. Vaya usted a saber.
Sólo tuve fuerzas para leer parte de las conclusiones y la introducción. El primer ejemplo de mal comportamiento que pone es el de la adolescente que se va de casa. Con una sola dosis de chicle se cura. Entonces pienso en mis vecinas inglesas, que, como se puede observar en las fotos adjuntas, extraídas de un artículo de un periódico nacional, no se curan de su estupidez ni con un lametón a la nariz del mejor varón sano del condado.
Ah, el libro se titula "Sobre el amor".

1 comentario:

  1. Que fuerte...eso es peor que el hecho de que a Karmele la hayan expulsado del concurso para ir a Eurovision...

    ResponderEliminar