domingo, 25 de abril de 2010

El chino y el caballo

No, tranquilos, no os voy a aburrir con la historia que seguramente habréis leído más de una vez en alguno de esos e-mails en cadena.
Os aburriré con la mía propia.
Cuando el jueves pasado el volcán al que el gato de Natalia puso el nombre entró en erupción yo todavía no podía hacer valoraciones sobre sus efectos en mí (dejaremos de lado el caos aéreo europeo, ya habréis notado que para mí misma soy el ombligo del mundo). De acuerdo con mis tendencias innatas, me acordé de Murphy olvidando al chino y, en lugar de hacer como el último y decir "Ya veremos si esto es bueno o malo", me lancé a la desesperación. Me cancelaron el vuelo original del miércoles, y pensé: Malo. Pude cambiarlo para el jueves, y pensé: Bueno. Me cancelaron el vuelo del jueves y pensé: Imposible. Me descancelaron el vuelo del jueves (el miércoles a mediodía) y pensé: Yuju! Mi jefa se descolgó con que no quería quedarse atrapada en el continente (no es necesario decir por qué) y pensé: Horror. Su conferencia quedó huérfana, y con 3 de los 4 conferenciantes de la sesión de Cognición fuera de juego, era necesario rellenar su hueco.
Así que al final el volcán no solo no me impidió llegar al congreso, sino que me regaló mi primera conferencia invitada (ejem). Amén de una nueva receta de smoothies para los desayunos en el aeropuerto a las 5 de la mañana y con la nube de ceniza volcánica plácidamente viajando hacia Canadá.

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